lunes, 9 de julio de 2012

Los fracasos y la fuerza de un elefante.



La fuerza de un Elefante.

Los fracasos pueden influir sobre nuestro futuro al hacernos pensar que nuestras posibilidades son inferiores a la realidad. Respecto a las conclusiones de esta historia, espero que cada uno saque la suya.

“En el circo todo parecía divertido: los payasos caían mientras reían a carcajadas y una mujer hacía malabares en un caballo. A los niños todo les resultaba fascinante, pero uno de estos jóvenes observó a un elefante que miraba su pata encadenada.

No podía imaginar por qué aquel animal, de fuerza descomunal, podía estar preso por una simple cadena, y expresó su duda: ¿Papá, por qué no se libera el elefante?

No se debe querer ir. Estará contento aquí porque le dan de comer.

Pero… no parece feliz.

Estará cansado porque acaba de trabajar.

Ambos se alejaron y el padre echó una mirada atrás e imaginó la historia de aquel animal. Era algo que no quería decirle a su hijo para no estropearle una tarde magnífica.

Aquel elefante llegó al circo siendo una cría y fue encadenada a un poste por una cadena menos resistente que la actual. Los intentos por soltarse fueron constantes durante días y noches, hasta que una mañana simplemente dejó de luchar.

Con el paso del tiempo el elefante iba haciéndose más y más poderoso y las cadenas más fáciles de romper. Pero en la mente del elefante existía una prisión muy poderosa: el pensamiento de que nunca podría romperlas.

Ignoraba que si usaba su fuerza, podría arrancar el poste, romper la cadena y hasta arrancar la carpa del circo.  Había olvidado hasta por qué tendría que huir. El elefante era prisionero de las limitaciones que se había impuesto a sí mismo por los fracasos del pasado.

Unas semanas más tarde, en la playa, el padre pudo ver cómo su hijo se sentaba con los brazos cruzados en la hamaca y parte del pecho lleno de arena.  El niño parecía molesto, así que le preguntó: ¿Está todo bien?

¡No!

Cuéntame hijo ¿qué pasó?

Hice un castillo de arena y un niño lo tumbó.

Pero hijo, no pasa nada. Haremos otro.

No quiero. Seguro que me lo vuelven a romper.

Los brazos volvieron a cruzarse y bajó la mirada. Ante esto, el padre recordó al elefante derrotado por sí mismo y se levantó sonriendo y le dijo: Ven, hijo, te voy a enseñar una cosa.

Lo acercó a la orilla y comenzó a construir un nuevo castillo, que fue destruido por una ola al poco tiempo. El niño miraba con los brazos cruzados aunque escondiendo una pequeña sonrisa. Sin decir nada, su padre volvió a hacer otro castillo y añadió una fosa alrededor, a la que caía el agua de las olas.

El hijo no tardó en involucrarse en aquel juego, ya eran cuatro las manos que cavaban rápidamente la fosa antes de que llegara la siguiente ola. Riéndose y jugando, sin palabras,  se estaba transmitiendo una frase de la madre Teresa de Calcuta que el padre tenía muy presente: “Lo que tardaste años en construir puede ser destruido en una hora. Pero aún así, construye“

Emprender es aguantar, seguir adelante, levantándose tras algunas caídas y aprendiendo de ellas. Es liberarse del miedo y luchar por no ser atado por las cadenas de nuestras dudas. Mientras jugaban, el padre miraba a su hijo pensando que nunca dejaría que se impusiera limitaciones.

Debía saber perder pero sin olvidar que se gana: luchando. Al final ambos se habían olvidado de los castillos rotos y simplemente competían contra el mar. Y aquella lección, que nunca se expresó con palabras, fue probablemente la más importante que el niño aprendió.

viernes, 6 de julio de 2012

Tus hijos no son tus hijos.


Tus hijos no son tus hijos

Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de si misma.

No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen.

Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues, ellos tienen sus propios pensamientos.

Puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, porque ellas, viven en la casa del mañana, que no puedes visitar ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual, tus hijos como flechas vivas son lanzados.

Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea para la felicidad.

Kahlil Gibran