La fuerza de un Elefante.
Los fracasos pueden
influir sobre nuestro futuro al hacernos pensar que nuestras posibilidades son
inferiores a la realidad. Respecto a las conclusiones de esta historia, espero que
cada uno saque la suya.
“En el circo todo parecía
divertido: los payasos caían mientras reían a carcajadas y una mujer hacía
malabares en un caballo. A los niños todo les resultaba fascinante, pero uno de
estos jóvenes observó a un elefante que miraba su pata encadenada.
No podía imaginar por qué
aquel animal, de fuerza descomunal, podía estar preso por una simple cadena, y expresó
su duda: ¿Papá, por qué no se libera el elefante?
No se debe querer ir.
Estará contento aquí porque le dan de comer.
Pero… no parece feliz.
Estará cansado porque
acaba de trabajar.
Ambos se alejaron y el
padre echó una mirada atrás e imaginó la historia de aquel animal. Era algo que
no quería decirle a su hijo para no estropearle una tarde magnífica.
Aquel elefante llegó al
circo siendo una cría y fue encadenada a un poste por una cadena menos
resistente que la actual. Los intentos por soltarse fueron constantes durante
días y noches, hasta que una mañana simplemente dejó de luchar.
Con el paso del tiempo el
elefante iba haciéndose más y más poderoso y las cadenas más fáciles de romper.
Pero en la mente del elefante existía una prisión muy poderosa: el pensamiento
de que nunca podría romperlas.
Ignoraba que si usaba su
fuerza, podría arrancar el poste, romper la cadena y hasta arrancar la carpa
del circo. Había olvidado hasta por qué tendría
que huir. El elefante era prisionero de las limitaciones que se había impuesto
a sí mismo por los fracasos del pasado.
Unas semanas más tarde, en
la playa, el padre pudo ver cómo su hijo se sentaba con los brazos cruzados en
la hamaca y parte del pecho lleno de arena. El niño parecía molesto, así que le preguntó:
¿Está todo bien?
¡No!
Cuéntame hijo ¿qué pasó?
Hice un castillo de arena
y un niño lo tumbó.
Pero hijo, no pasa nada.
Haremos otro.
No quiero. Seguro que me
lo vuelven a romper.
Los brazos volvieron a
cruzarse y bajó la mirada. Ante esto, el padre recordó al elefante derrotado
por sí mismo y se levantó sonriendo y le dijo: Ven, hijo, te voy a enseñar una
cosa.
Lo acercó a la orilla y comenzó
a construir un nuevo castillo, que fue destruido por una ola al poco tiempo. El
niño miraba con los brazos cruzados aunque escondiendo una pequeña sonrisa. Sin
decir nada, su padre volvió a hacer otro castillo y añadió una fosa alrededor,
a la que caía el agua de las olas.
El hijo no tardó en
involucrarse en aquel juego, ya eran cuatro las manos que cavaban rápidamente
la fosa antes de que llegara la siguiente ola. Riéndose y jugando, sin palabras,
se estaba transmitiendo una frase de la
madre Teresa de Calcuta que el padre tenía muy presente: “Lo que tardaste años en construir puede ser destruido en una hora. Pero
aún así, construye“
Emprender es aguantar,
seguir adelante, levantándose tras algunas caídas y aprendiendo de ellas. Es
liberarse del miedo y luchar por no ser atado por las cadenas de nuestras
dudas. Mientras jugaban, el padre miraba a su hijo pensando que nunca dejaría
que se impusiera limitaciones.
Debía saber perder pero
sin olvidar que se gana: luchando. Al final ambos se habían olvidado de los
castillos rotos y simplemente competían contra el mar. Y aquella lección, que
nunca se expresó con palabras, fue probablemente la más importante que el niño aprendió.