Empresa, actitudes, críticas y resultados.
Roberto Rolo Luis.
La actitud es una energía generada en nuestra mente, que se proyecta al exterior, determinando la posición que uno puede asumir frente a sí mismo o los demás, en sus actividades o metas. Es en pocas palabras la forma de encarar los problemas que se nos presentan, es la generadora de nuestros pensamientos y del resultado de nuestras acciones. Es la forma cómo nos proyectamos al futuro y cómo encaramos nuestra actividad diaria. Es el reflejo de cómo nos sentimos con nosotros mismos y con lo que hacemos. Por lo tanto, debemos aprender a disciplinar nuestra actitud, pues ella va a ser crucial en la imagen que ofrezcamos a nuestros semejantes.
Federico Gan, en su libro “101 HABILIDADES EMOCIONALES PARA VIVIR Y TRABAJAR MEJOR” nos dice: “Lentamente, de la niñez a la edad adulta, pasando por la adolescencia y la juventud, y sin ser muy conscientes de su importancia, vamos modelando nuestras actitudes. Sin embargo, en nuestra vida diaria, atendemos mucho más a las aptitudes, a las habilidades y las capacidades, pensando que serán éstas las decisivas en nuestras vidas y es muy posible que así sea”
Por eso, el control y desarrollo de las positivas y la mejora de las negativas, debe ser objeto de especial atención de nuestra parte”
La actitud positiva es sinónimo de progreso y nos enseña a aprender de los errores y fracasos, transmite vitalidad, optimismo, seguridad, atracción y es un buen camino al éxito, tanto personal como laboral. En cualquier actividad que desempeñemos, la actitud positiva potenciará nuestras habilidades.
Si miramos a nuestro alrededor veremos que los triunfadores son aquellos que no solo combinan su inteligencia y capacidad con estudios para lograr el éxito, ¡ellos agregan a sus trabajos una buena dosis de actitud positiva!. Tienen temple de ganadores, por eso buscan y consiguen el éxito, se esfuerzan y no decaen ante los primero tropiezos; al contrario, se reincorporan con más brios. Son personas que han enfocado su actitud de tal manera, que todas sus acciones y pensamientos convergen hacia el objeto de su foco.
Entre otras cosas, la actitud es motivación (o desmotivación), es concentración (o dispersión), es relajación (o tensión), es firmeza (o titubeo, debilidad), es alegría (o tristeza), es claridad (o ambigüedad), y es seguridad (o duda). De cada uno de nosotros depende el lugar que adopte, si positivo o negativo. De ello también dependerán los resultados.
Aunque no es sencillo cambiar de actitud, es muy probable que las actitudes positivas, que hemos relacionado con experiencias exitosas se repitan, convirtiéndose en costumbre, haciendo que las actitudes negativas, relacionadas con sentimientos de fracaso, cesen o desaparezcan.
En una empresa donde sólo se critica a los colaboradores, ellos temerán o se acostumbrarán a la crítica de cada día. Tendrán la sensación de que no hacen nada bien y al final acabarían odiando la empresa y al superior que tanto los critica. Por el contrario el reconocimiento de las actitudes adecuadas, resulta mucho más efectivo como medio de motivación, que el de la censura a los comportamientos o trabajos incorrectos.
Sin embargo, no se puede omitir la crítica a una actuación incorrecta, ya que es nuestra obligación tratar de impedir los comportamientos inadecuados. Nuestros propios colaboradores esperan que no pasemos por alto sus errores, ya que si lo hacemos estaríamos debilitando nuestra propia autoridad y don de mando frente a ellos.
Sin duda que se obtendrán mejores resultados en el clima de trabajo, reconociendo con más frecuencia la actuación adecuada, que criticando la incorrecta.
Cuando un jefe toma una decisión errada debe reconocerlo de inmediato y corregir su equivocación, pero a muchos superiores les cuesta reconocer sus errores. No los subsanan, aun cuando puedan significar perjuicios para la empresa. Tales jefes no soportan la más leve crítica. Su miedo a ser criticados llega tan lejos que cierran los ojos ante sus propios errores; son personas que albergan profundos complejos de inferioridad.
Reconocer las acciones bien hechas, los trabajos correctos y la actitud adecuada, da lugar a mucho más colaboración y pasos para recibir nuevos reconocimientos. Por eso es que se debe reconocer más el buen comportamiento que criticar el malo.
Ni las sanciones que las empresas imponen a sus empleados, ni las llamadas de atención de los jefes, podrán cambiar la forma de actuar de las personas, ya que los castigos sin argumentos, acostumbran a provocar reincidencias, y las críticas frecuentes y sin motivo, también.
Los colaboradores que son sometidos a críticas frecuentes, pierden el interés por su trabajo y su responsabilidad. Está demostrado que no se consiguen comportamientos adecuados a través de las críticas repetidas.
La reflexión final es: Una de las armas más poderosas para dominar nuestro estado emocional es aumentar el nivel de confianza y seguridad en nosotros mismos. De nuestra actitud dependerá en gran parte la actitud de nuestros colaboradores y como es obvio, de ellos dependerán los resultados de la empresa.
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