viernes, 28 de diciembre de 2012

Las uvas del tiempo.


LAS UVAS DEL TIEMPO. 
Andrés Eloy Blanco



Madre: esta noche se nos muere un año.

En esta ciudad grande, todos están de fiesta;

zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!;

claro, como todos tienen su madre cerca...

¡Yo estoy tan solo, madre,

tan solo!; pero miento, que ojalá lo estuviera;

estoy con tu recuerdo, y el recuerdo es un año

pasado que se queda.

Si vieras, si escucharas este alboroto: hay hombres

vestidos de locura, con cacerolas viejas,

tambores de sartenes,

cencerros y cornetas;

el hálito canalla

de las mujeres ebrias;

el diablo, con diez latas prendidas en el rabo,

anda por esas calles inventando piruetas,

y por esta balumba  en que da brincos

la gran ciudad histérica,

mi soledad y tu recuerdo, madre,

marchan como dos penas.



Esta es la noche en que todos se ponen

en los ojos la venda,

para olvidar que hay alguien que está cerrando un libro,

para no ver la periódica liquidación de cuentas,

donde van las partidas al Haber de la Muerte,

por lo que viene y por lo que se queda,

porque lo que sufrimos se ha perdido

y lo gozado ayer es una pérdida.



Aquí es de  tradición que en esta noche,

cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega,

todos los hombres coman, al compás de las horas,

las doce uvas de la Noche Vieja.

Pero aquí no se abrazan ni gritan: ¡FELIZ AÑO!,

como en los pueblos de mi tierra;

en este gozo hay menos caridad; la alegría

de cada cual va sola, y la tristeza

del que está al margen del tumulto acusa

lo inevitable de la casa ajena.



¡Oh nuestras plazas, donde van las gentes,

sin conocerse, con la buena nueva!

Las manos que se buscan con la efusión unánime

de ser hormigas de la misma cueva;

y al hombre que está solo, bajo un árbol,

le dicen cosas de honda fortaleza:

«¡Venid compadre, que las horas pasan;

pero aprendamos a pasar con ellas!»

Y el cañonazo en la Planicie,

y el himno nacional desde la iglesia,

y el amigo que viene a saludarnos:

«feliz año, señores», y los criados que llegan

a recibir en nuestros brazos

el amor de la casa buena.



Y el beso familiar a medianoche:

«La bendición, mi madre»

«Que el Señor te proteja...»

Y después, en el claro comedor, la familia

congregada para la cena,

con dos amigos íntimos, y tú, madre, a mi lado,

y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.

¡Madre, cómo son ácidas

las uvas de la ausencia!



¡Mi casona oriental! Aquella casa

con claustros coloniales, portón y enredaderas,

el molino de viento y los granados,

los grandes libros de la biblioteca

—mis libros preferidos: tres tomos con imágenes

que hablaban de los reinos de la Naturaleza—.

Al lado, el gran corral, donde parece

que hay dinero enterrado desde la Independencia;

el corral con guayabos y almendros,

el corral con peonías y cerezas

y el gran parral que daba todo el año

uvas más dulces que la miel de las abejas.



Bajo el parral hay un estanque;

un baño en ese estanque sabe a Grecia;

del verde artesonado, las uvas en racimos,

tan bajas, que del agua se podría cogerlas,

y mientras en los labios se desangra la uva,

los pies hacen saltar el agua fresca.



Cuando llegaba la sazón tenía

cada racimo un capuchón de tela,

para salvarlo de la gula

de las avispas negras,

y tenían entonces

una gracia invernal las uvas nuestras,

arrebujadas en sus telas blancas,

sordas a la canción de las abejas...



Y ahora, madre, que tan sólo tengo

las doce uvas de la Noche Vieja,

hoy que exprimo la uva de los meses

sobre el recuerdo de la viña seca,

siento que toda la acidez del mundo

se está metiendo en ella,

porque tienen el ácido de lo que fue dulzura

las uvas de la ausencia.



Y ahora me pregunto:

¿Por qué razón estoy yo aquí? ¿Qué fuerza pudo

más que tu amor, que me llevaba

a la dulce anonimia de tu puerta?

¡Oh miserable vara que nos mides!

¡El Renombre, la Gloria..., pobre cosa pequeña!

¡Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,

cómo olvidé la Gloria que me dejaba en ella!



Y esta es la lucha ante los hombres malos

y ante las almas buenas;

yo soy un hombre a solas en busca de un camino.

¿Dónde hallaré camino mejor que la vereda

que a ti me lleva, madre; la verdad que corta

por los campos frutales, pintada de hojas secas,

siempre recién llovida,

con pájaros del trópico, muchachas de la aldea,

hombres que dicen: «Buenos días, niño»,

y el queso que me guardas siempre para merienda?

Esa es la Gloria, madre, para un hombre

que se llamó fray Luis y era poeta.



¡Oh mi casa sin críticos, mi casa donde puede

mi poesía andar como una reina!

¿Qué sabes tú de formas y doctrinas,

de metros y de escuelas?

Tú eres mi madre, que me dices siempre

que son hermosos todos mis poemas;

para ti, yo soy grande; cuando dices mis versos,

yo no sé si los dices o los rezas...

¡Y mientras exprimimos en las uvas del Tiempo

toda una vida absurda, la promesa

de vernos otra vez se va alargando,

y el momento de irnos está cerca,

y no pensamos que se pierde todo!

¡Por eso en esta noche, mientras pasa la fiesta

y en la última uva libo la última gota

del año que se aleja,

pienso en que tienes todavía, madre,

retazos de carbón en la cabeza,

y ojos tan bellos que por mí regaron

su clara pleamar en tus ojeras,

y manos pulcras, y esbeltez de talle,

donde hay la gracia de la espiga nueva;

que eres hermosa, madre, todavía,

y yo estoy loco por estar de vuelta,

porque tú eres la Gloria de mis años

y no quiero volver cuando estés vieja!...



Uvas del Tiempo que mi ser escancia

en el recuerdo de la viña seca,

¡cómo me pierdo, madre, en los caminos

hacia la devoción de tu vereda!

Y en esta algarabía de la ciudad borracha,

donde va mi emoción sin compañera,

mientras los hombres comen las uvas de los meses,

yo me acojo al recuerdo como un niño a una puerta.

Mi labio está bebiendo de tu seno,

que es el racimo de la parra buena,

el buen racimo que exprimí en el día

sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.



Madre, esta noche se nos muere un año;

todos estos señores tienen su madre cerca,

y al lado mío mi tristeza muda

tiene el dolor de una muchacha muerta...

Y vino toda la acidez del mundo

a destilar sus doce gotas trémulas,

cuando cayeron sobre mi silencio

las doce uvas de la Noche Vieja.



El Eneagrama


El Eneagrama es un poderoso y robusto modelo de estilos de personalidad, que identifica 9 diferentes estilos basados en estrategias preferidas, o maneras de interactuar con el mundo que nos rodea.

Sus aplicaciones tanto en el desarrollo personal como en el uso profesional, hacen que sea una gran herramienta de cambio. Cada Tipo de Personalidad "se esfuerza" por sentirse de una determinada manera. Esta es su estrategia, y determina lo que piensa y cómo se comporta. 


Las Nueve Estrategias o Tipos de Personalidad


Los Uno interactúan con el mundo esforzarse por ser perfectos. Suelen ser modelos de decoro, lógica clara y comportamiento adecuado. Se centran en las reglas, procedimientos y en asegurarse de que siempre están “haciendo lo correcto”. Cuando exageran su esfuerzo por ser perfectos, pueden volverse críticos y poco dispuestos a asumir riesgos. En condiciones de estrés, los Uno pueden llegar a temer que si se divierten demasiado se convertirán en personas irresponsables. 

Los Dos interactúan con el mundo esforzándose por conectar. Suelen ser desinteresados, cariñosos y cuidadosos. Se centran en ayudar a otras personas a satisfacer sus necesidades; no les cuesta comunicarse y disfrutan encontrando algún vínculo en común con los demás. Cuando exageran su esfuerzo por conectar, pueden dejar de satisfacer sus propias necesidades y acaban transformándose en individuos emocionalmente dependientes de otros. En condiciones de estrés, los Dos pueden llegar a temer que si no están estrechamente conectados con otras personas se quedarán aislados.

Los Tres interactúan con el mundo esforzándose por ser Destacados. Los Tres interactúan con el mundo esforzándose por destacar. Se esfuerzan por alcanzar la excelencia y triunfar en todo lo que emprenden. Conceden un gran valor a la productividad y a presentar una imagen de ganador en cualquier entorno en el que se muevan. Cuando exageran su esfuerzo por destacar, pueden buscar la atención de los demás y valorar más la imagen que la sustancia. En condiciones de estrés, los Tres pueden llegar a temer que si no hacen grandes esfuerzos por alcanzar la excelencia resultarán mediocres. 

Los Cuatro interactúan con el mundo esforzándose por ser Únicos. Por lo general afrontan la vida creativamente, de forma natural e interesante. Les atraen las cosas y las experiencias elegantes, refinadas o inusuales. Cuando exageran su esfuerzo por ser únicos pueden sentirse incomprendidos, y es posible que se alejen de los demás y prefieran aislarse. En condiciones de estrés, los Cuatro pueden llegar a temer que si no ponen su toque especial a su mundo y sus experiencias acabarán reprimiendo su individualidad.

Los Cinco interactúan con el mundo esforzándose por tomar distancia. Son observadores, lógicos y por lo general reservados. Se centran en la resolución de problemas, las ideas innovadoras y la recopilación de datos. Cuando exageran su esfuerzo por tomar distancia pueden convertirse en seres apagados, fuera de contacto con sus experiencias y emociones. En condiciones de estrés, los Cinco pueden llegar a temer que si no se mantienen distanciados y cautelosos acabarán perdiendo el control.

Los Seis interactúan con el mundo esforzándose por sentirse seguros. Encuentran seguridad en el hecho de formar parte de algo más grande que ellos mismos, como un grupo o tradición. Son cuidadosos, responsables y protectores del bienestar del grupo. Se centran en mantener la coherencia, la tradición y la cohesión. Cuando exageran su esfuerzo por sentirse  seguros pueden dejar de asumir los riesgos necesarios para alcanzar un alto rendimiento y conformarse con la mediocridad. En condiciones de estrés, los Seis pueden llegar a temer que si bajan la guardia serán vulnerables a posibles peligros.

Los Siete interactúan con el mundo esforzándose por experimentar entusiasmo. Son personas optimistas, animosas y curiosas. Se centran en las posibilidades y las opciones que se les presentan, y también en atender a los demás. Cuando exageran en su esfuerzo por experimentar entusiasmo pueden dejar inacabado todo lo que empiezan, se distraen con facilidad y actúan de forma irresponsable. En condiciones de estrés, los Siete pueden llegar a temer que si no mantienen abiertas sus opciones se perderán algo.
Los Ocho interactúan con el mundo esforzándose por ser poderosos. Son emprendedores dispuestos a cumplir con sus objetivos y les encanta estar al mando. Se centran en hacer lo que deben y superar los obstáculos que puedan encontrar en el camino. Cuando exageran en su esfuerzo por ser poderosos pueden no adherirse a las reglas o normas que otros esperan verles cumplir y su comportamiento se descontrola. En condiciones de estrés, los Ocho pueden llegar a temer que si se conectan demasiado con otras personas o experimentan sus propias emociones con excesiva intensidad acabarán dependiendo de los demás.
Los Nueve interactúan con el mundo esforzándose por estar en paz. Son personas serenas y agradables que se centran en mantener una sensación de armonía interior, minimizando sus propias necesidades y concentrándose en las de los demás. Cuando exageran su esfuerzo por estar en paz pueden volverse pasivos y depender de terceros para tomar decisiones. En condiciones de estrés, los Nueve pueden llegar a temer que si se dan demasiada importancia, los demás pensaran que quieren llamar la atención.

(Definiciones tomadas del libro "Conciencia en Acción: Eneagrama, Inteligencia Emocional y Cambio" de Mario Sikora y Robert Tallon)


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