miércoles, 14 de noviembre de 2012




UN EMPUJÓN PARA CERRAR LA TARDE: 
Hoy concluye la serie de los diez pergaminos de la obra: "El Vendedor Más Grande del Mundo". del escritor norteamericano Og Mandino. Estoy seguro que los disfrutaron todos y compartieron con sus hijos, esa era la idea.

El Pergamino numero diez.

¿Que hombre tiene tan poca fe que en un momento de gran desastre y de angustia no haya invocado a su Dios? ¿quién no ha clamado cuando se ha visto confrontado con el peligro, la muerte o un misterio superior a su comprensión o experiencia normal? ¿de dónde procede este profundo instinto, que se expresa por la boca de todos los seres vivientes en momentos de peligro?

Agite la mano con rapidez ante los ojos de alguno, y sus párpados pestañearán. Dele a otro un golpecito en la rodilla y la pierna le dará un salto. Confronte a otro con una historia de horror y sus labios dirán: "Dios mío", en virtud del mismo impulso.

Mi vida no tiene que estar saturada de religión para reconocer este gran misterio de la naturaleza. Todos los seres que andan por la tierra, incluso el hombre, poseen el instinto de clamar pidiendo ayuda. ¿Por qué es que poseemos este instinto, este don?

¿No son nuestros clamores una forma de oración? ¿No sería incomprensible, en un mundo gobernado por las leyes de la naturaleza, otorgar a un cordero o a una mula, o a un pajarillo o al hombre el instinto de clamar pidiendo ayuda, si alguna mente superior no hubiese también determinado que el clamor fuese escuchado por un poder superior con la habilidad de escuchar y de responder a nuestro clamor? De aquí en adelante oraré, pero mis clamores que pidan ayuda serán solamente clamores en demanda de dirección.

Nunca oraré pidiendo las cosas materiales de este mundo. No estoy llamando a un sirviente para que me traiga alimentos. 
No le estoy ordenando a un fondista o mesonero para que me proporcione habitación. No pediré jamás que se me otorgue oro o amor o buena salud o victorias mezquinas o la fama o el éxito o la felicidad. Solo oraré por directivas y orientaciones a fin de que se me señale el camino para alcanzar estas cosas y mi oración será contestada siempre.

Quizá recibiré la dirección y orientación que busco, o tal vez no, pero ¿no son estas dos cosas una respuesta? Si el niño le pide pan a su padre, y el padre no se lo da, ¿no le ha respondido el padre?. Oraré pidiendo directivas y orientación, y oraré como un vendedor, de esta manera:

Oh creador de todas las cosas, ayúdame. Porque hoy me interno desnudo y solo en el mundo, y sin tu mano que me guíe me extraviaré del camino que conduce al éxito y a la felicidad.

No pido oro ni ropas ni aun las oportunidades en consonancia con mi habilidad; en cambio guíame a fin de que adquiera habilidad para aprovechar mis oportunidades.

Tú le has enseñado al león y al águila cómo cazar y prosperar con sus colmillos y garras. Enséñame a cazar con palabras y a prosperar con amor para que sea león entre los hombres y águila en el mercado.

Ayúdame a permanecer humilde en los obstáculos y fracasos; pero no ocultes de mi vista el premio que acompañará a la victoria.

Asígname tareas en cuyo desempeño otros hayan fracasado; pero guíame a fin de que pueda arrancar de entre sus fracasos las semillas del éxito. Confróntame con temores que templen mi espíritu; pero concédeme el valor de reírme de mis dudas.

Dame los días suficientes para alcanzar mis metas; pero ayúdame a vivir hoy como si
fuera mi último día.

Guíame en mis palabras a fin de que produzcan frutos; pero sella mis labios a la murmuración y que nadie sea calumniado.

Disciplíname a fin de que adquiera el hábito de no cejar nunca; pero muéstrame cómo usar la ley de los promedios. Pónme alerta a fin de reconocer la oportunidad; pero otórgame la paciencia que concentrará mis fuerzas.

Báñame en buenos hábitos para que los malos se ahoguen; pero dame compasión para las debilidades de los hombres. Déjame saber que todo pasará; pero ayúdame a contar mis bendiciones de hoy.

Expónme ante el odio para que no me sea extraño; pero llena de amor mi copa a fin de que pueda convertir a los extraños en amigos.

Pero que todas estas cosas sean así si es tu voluntad. Soy tan solo un pequeño y solitario grano de uva que se aferra a la vid, y sin embargo me has hecho distinto de todos los demás. En realidad debe existir un lugar especial para mí. Guíame. Ayúdame. Señálame el camino.

Déjame llegar a ser todo lo que tienes planeado para mí desde que seleccionaste y planeaste mi semilla para que germinara en la viña del mundo.

Ayuda a este humilde vendedor.

Guíame, Dios.

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