jueves, 30 de abril de 2020

Dos aumentos de sueldo en un mes.


Los Cuentos de Julio 
Dos aumentos de sueldo en un mes. (7)
Roberto Rolo Luis

Hay que trabajar le dijo Julio a Carlota, le dio un beso y tomó su bicicleta para ir a visitar unas empresas de la Zona Industrial de San Vicente, para ver si encontraba algún puesto vacante.


Detrás de TEXFÍN, por la avenida Antón Philips y casi al frente de la fábrica de electrodos y gases AGA, estaban montando desde hacía más de un año una fábrica nueva, Julio la había visto muchas veces cuando salía de su trabajo en Tubinca. Voy a ver si aquí es mi oportunidad. Se paró en la cerca de la empresa, por el lado de la puerta y tocó el timbre.


-Que desea, le respondió un vigilante uniformado.

-Quiero hablar con el jefe de Relaciones Industriales, para entregar mi Curriculum y ver si hay un trabajo para mí, le dijo Julio.

-¿Usted no trabajó en la Corrugadora de Cartón? le preguntó el vigilante.

-Sí, yo trabajé allá pero de eso hace como dos años, mi nombre es Julio ¿Y usted también trabajó en Corrugadora? Yo no lo recuerdo haberlo visto.

- Yo si  lo vi a usted muchas veces en el comedor, yo soy Ramos y era chofer de uno de los camiones que le prestaba servicio de transporte a esa empresa, pero un día me despidieron, por ser viejo y ahora lo único que encontré fue este puesto de vigilante.

-Bueno señor Ramos, no se preocupe que trabajo es trabajo y mientras sea honrado, tiene que ser bueno. ¿Me va a dar el pase para hablar con el Jefe de Relaciones Industriales?

-Mire Julio aquí eso de Curriculum no se acostumbra, a mí me dejaron unas planillas para que las entregara a las personas que como usted  vinieran a buscar trabajo, y me dijeron que deben llenarla completa, colocar una foto de frente y dejarla aquí en la puerta con una copia de la cédula. Después yo las llevo a la oficina y ellos avisan a las personas que van a entrevistar. Hoy mismo ya han venido cuatro señores y una mujer para entrevista. Tome y tráigala rápido, que esto está comenzando.


Julio guardó la planilla en la misma carpeta donde traía el Curriculum y se fue para su casa a llenarla, pero cuando fue a buscar la fotografía no encontró ninguna, la  última que tenía era la que le había pegado al Curriculum y no lo quería quería dañar. Nada, le dijo a Carlota, me tendré que sacar otras. Y Carlota dijo, en la plaza Bolívar vi que hay un señor mayor que tiene una cámara montada sobre un trípode y que saca 8 fotos de carnet por 5 bolívares, pero hay que esperar un rato a que las revele y se sequen.


Julio pensó, no puedo perder tiempo tengo que llevar esa planilla mañana, mejor agarro un autobús y voy hasta “Foto Bazar Mexicano” que está cerca de la Catedral, allí  me las dan de una vez. Se bañó, se puso ropa limpia con una camisa blanca manga larga y salió. En esa tienda del centro de Maracay tomaban fotografías, vendían discos y muchas cosas más. Cuando Julio entró al bazar, estaba sonando una canción de Fernando Albuerne, titulada “Usted es la culpable” se detuvo a escucharla y luego pidió que le sacaran las fotografías. Quedaron buenas.


La planilla tenía cuatro páginas y como encabezado tenía el nombre de la empresa “J.P. Kajan, c.a”. Julio la llenó, le pegó la foto, la puso en la misma carpeta manila, para llevarla al día siguiente en la mañana.


-Aquí está la planilla señor Ramos, le dijo al vigilante apenas llegar.

-Bien, no se preocupe que ahora más tarde la llevo a la oficina, porque aún no han llegado los empleados. Esté pendiente que ellos le avisan.

-¿Y como me avisan, si no tengo teléfono?

-Tranquilo, que en la planilla está su dirección y aquí trabaja un motorizado que es el  que lleva las correspondencias. Tenga fe y ojalá que sus datos entusiasmen y lo llamen para una entrevista. Si lo llaman, usted pega seguro a trabajar.


Y pasaron como diez días y nada. Julio estaba preocupado, la plata de las prestaciones se estaba acabando y los muchachos seguían creciendo y comiendo. Tocaron la puerta, Carlota abrió y recibió un sobre blanco dirigido a su esposo que había traído un señor en una moto. Esto es para ti, ¿qué será?


Julio emocionado abrió el sobre y sacó una carta que decía: "Señor Julio, hemos leído su solicitud de empleo y queremos ampliar algunos detalles sobre la misma, en tal sentido le agradecemos asistir a una reunión que sostendremos en nuestras oficinas, el próximo viernes 14 de julio, a las 9.00 am. Agradecemos su puntualidad. Licenciado, Carlos León·.


-La alegría de Julio y Carlota extrañó a sus hijos, hacía tiempo no los veían tan contentos, los abrazaron, dieron juntos gracias a Dios y  luego le dijeron el motivo de su alegría.

El lunes a las 8.30 am Julio ya estaba en la puerta de la empresa, afeitado y con ropa limpia. El señor Ramos tenía el día libre y  por eso le presentó a otro vigilante la carta que había recibido.


-Espere un momento, que voy a avisar.

-Pase adelante, le dijo al abrir la puerta. Me muestra su cédula para hacer un pase de visitante. Aquí lo tiene, me lo entrega al salir. Vaya caminando hacia el fondo hasta que encuentre a mano izquierda una puerta grande de vidrio, allí está la muchacha de la recepción y le dirá donde es la entrevista. 


Se colocó el carnet en el bolsillo de la camisa y se dirigió, con la frente en alto, contento, seguro y confiado, de que había encontrado el empleo. 


La entrevista no fue larga, el Licenciado León le habló de la empresa, le dijo que era una inversión mixta entre TEXFIN y otras empresas, que se dedicaría a la fabricación de fibras sintéticas, para el mercado textil y que aún no estaba totalmente montada, pero como faltaba poco ya estaban contratando a nuevos los empleados. Revisó la planilla y le comentó que había una vacante como almacenista en el depósito de repuestos mecánicos y que por la experiencia previa que tenía, ese era el cargo que le podía ofrecer. También le informó que el trabajo sería por turnos y que antes de concretar su ingreso debería tener una entrevista con quien sería su jefe. Para terminar la reunión le preguntó por su familia, el motivo de la renuncia de su trabajo anterior y cuánto aspiraba ganar.


Por la pregunta Julio no supo que responder. Nunca antes nadie le había preguntado cuanto quería ganar. Entonces sin pensarlo mucho respondió que él lo que quería era un trabajo donde pudiera ganar el sustento para su familia y que "le permitiere mostrar sus conocimientos y responsabilidad". Ustedes ya vieron mi planilla y saben lo que puedo hacer, "dejo en sus manos decidir cuál será mi sueldo, yo sé que será justo". 


El licenciado dijo: inicialmente no será mucho, pero como esta empresa está comenzando, aquí hay futuro y su sueldo mejorará con el tiempo. Le extendió la mano diciendo: Venga esta tarde a las 2.30 pm para conversar con el Jefe del Taller, que es un ingeniero Suizo, pero que habla muy bien el español.


A pleno sol salió Julio y las dos de la tarde ya estaba en la puerta de “J.P Kajan, c.a” esperando que lo dejaran entrar para conocer al que sería su jefe.


-Pase adelante y siéntese dijo el ingeniero, que tenía la planilla de Julio sobre el escritorio. Por lo que veo usted es una persona con alguna experiencia en trabajos de laboratorio y en almacenes, pero me gustaría saber cuál ha sido el trabajo que más ha disfrutado, lo que en verdad le gusta hacer.


-Bueno, cuando he tenido la oportunidad de trabajar con mecánicos,  reparando o poniendo a punto una máquina, o construyendo alguna pieza o estructura me he sentido muy bien, respondió Julio.


- Esta es una fábrica nueva con tecnología totalmente alemana, así que todas las piezas y medidas que se emplean, en los procesos, el taller, los laboratorios y en los planos están indicadas  en el sistema métrico decimal, aquí no verá nada de pulgadas. El trabajo para el que lo vamos a contratar es de mucha responsabilidad. Las diferentes tareas del montaje y lo rápido en que se han debido realizar, dieron como resultado que muchas las piezas hayan quedado en desorden. Esas piezas representan un gran capital y es necesario ponerlas en orden para poder llevar un Kardex de las mismas, y reponerlas antes de que se agoten. Si hoy tuviésemos la necesidad de utilizar algún repuesto no sabríamos dónde encontrarlo.  El lugar donde trabajará es el futuro depósito de herramientas y repuestos, es cerrado, tiene aire acondicionado y queda al lado del taller. Venga conmigo.


Cuando el ingeniero abrió la puerta aquello era una chivera de cosas nuevas, un verdadero caos apilado de cualquier forma por el piso. Había un pequeño escritorio, una silla, cajas de tornillos, planos de las maquinarias, catálogos de repuestos, electrodos, repuestos eléctricos, caretas de soldar, cascos de seguridad, herramientas nuevas, controladores electrónicos, accesorios de laboratorio y cualquier otra cosa que alguien se pudiera imaginar.  También había en un lado cerca de la pared,  las estructuras de unos estantes metálicos, por armar.


-¿Qué le parece? Aquí es donde va a trabajar y esto es lo que queremos que ordene y controle. Debo decirle que usted y yo tendremos las llaves de este almacén y solamente nosotros podemos entrar. Nada de confianza con ningún trabajador y nada de lo que está aquí se entrega si no se presenta una orden y firmada por mí. ¿Está claro? Tenga en cuenta que este trabajo es muy importante para la empresa y nuestro gerente general ha puesto mucho énfasis en que se haga muy bien.


-No hay problema ingeniero, yo me encargo de esto y haré un buen trabajo, veo que las etiquetas de esos repuestos están escritas en alemán y yo no conozco ese idioma.

-Yo tampoco hablo alemán, pero el gerente general ofreció acercarse en algún momento si teníamos algún problema para ayudarnos a identificar algún repuesto. Otra cosa, debe comenzar mañana mismo. Vaya a Relaciones Industriales para que le den el uniforme y su carnet de identificación.

-Cuente conmigo. ¿Le puedo hacer una pregunta?

-Diga.

-¿Cuánto voy a ganar?

-En este momento yo no lo sé, pero comience y luego vamos viendo.


Y así fue como Julio se inició en una empresa moderna, nueva y de alta tecnología. Por la mañana y sin que nadie se lo ordenara, lo primero que hizo al entrar al almacén fue dar gracias a Dios y empezó a apartar un poco las cosas del piso. Después comenzó a armar los estantes que eran atornillados. El primer día armó nueve y un mueble con gavetas para clasificar y colocar tornillos y piezas pequeñas. El jefe del taller no pasó por el almacén en todo el día y Julio terminó la primera jornada sin saber cuánto estaba ganando y eso fue lo primero que preguntó Carlota cuando llegó a la casa.


Al día siguiente en la mañana, comenzó a limpiar y a colocar en los estantes las piezas más grandes y que le parecían iguales, cuidando que quedaran con la etiqueta que tenían hacia adelante. Ahora es cuando faltaban cosas por hacer, pero ya se estaba viendo el trabajo. Por la tarde vino el jefe y se sorprendió al ver como se estaba realizando el trabajo. Ya no quedaban muchas cosas regadas por el piso, le preguntó a Julio cómo se sentía, lo felicitó y se fue sin decir más nada.


Por la mañana del miércoles, apenas marcar su tarjeta, el vigilante le dijo que pasara por la oficina de relaciones industriales.


Llegó a la puerta de la oficina junto con el licenciado Carlos León, quien apenas abrió la puerta dijo: Pase Julio, lo felicito, su jefe ayer por la tarde le aumentó el sueldo. Es la primera vez en mi vida que veo una cosa así. Yo le había asignado el salario de un mecánico de tercera que es de 28 bolívares pero el ingeniero me dijo que lo pasara de una vez a mecánico de segunda, para que gana 35 bolívares. Siga así y llegará lejos.


Ya habían transcurrido tres semanas y media, el deposito se veía ordenado, los repuestos estaban a la vista y bien colocados, todos tenían una etiqueta colgando, algunas estaban escritas en alemán y en otros la etiqueta era nueva y estaba en blanco. Los electrodos, las carteras de soldar, los delantales, los guantes y las chingalas de cuero para los soldadores, estaban dobladas y clasificadas en un mismo estante, junto con las piedras de esmeril, las lijas, los manómetros, las  mangueras  y los picos para la soldadura autógena. Ya no había nada en el piso. Sobre el escritorio estaba un vernier, unos catálogos y las fichas del Kardex, que Julio había comenzado a llenar con la identificación del producto, su ubicación y la cantidad existente.


Era viernes como a las 4 de la tarde, cuando asomó por la ventanilla del almacén la cara de un señor al que Julio no había visto nunca y que con acento alemán le dijo:

-¿Me puede abrir la puerta?

-¿Y usted quien es, preguntó Julio?

-Soy Alfred Kraus, el gerente general.


El hombre pasó, era blanco, alto, de pelo claro y que usaba lentes de montura negra. Encendió un cigarrillo y mientras lo fumaba se estuvo paseando con calma entre las estanterías, viendo los repuestos, leyendo algunas de las etiquetas y la limpieza y el orden que había en el lugar. Cuando termino su visita y antes de salir, le dio un apretón de manos a Julio y le dijo: "Outfidersen" = (Hasta la vista..)


El lunes siguiente llamaron a Julio para decirle que el gerente general había ordenado un nuevo aumento de sueldo para él. Ahora pasaría a ganar el mismo salario de un mecánico de primera, que era 40 bolívares diarios. Estaba contento. Recibir dos aumentos en quince días nunca lo hubiera imaginado.


Carlota y los dos muchachos estaban felices, las cosas ya  estaban mejorando en la casa, pero ... Continuará.


miércoles, 22 de abril de 2020

Una promesa al Doctor José Gregorio Hernández. (6)


Cuentos de Julio.
Una promesa al Doctor José Gregorio Hernández. (6)
Roberto Rolo Luis.
23/04/20

No fue fácil aprender a tocar el Güiro, ni las maracas ni las claves, Julio nunca en su vida había tocado un instrumento distinto al vernier o el micrómetro que utilizaba algunas veces en su trabajo. Pero de todo se aprende en la vida si uno quiere, se decía a sí mismo, para darse ánimo.

Después del ensayo de la guaracha de Ariel, llamó a su amigo el flaco Alberto y le preguntó:

-¿Cómo estuve?

-Mal Julio, estabas completamente atravesado en el ritmo y para completar cuando la pieza terminó seguiste dándole al Güiro automáticamente como si nada. Los muchachos me dijeron que te enseñara o que no te invitara más a los ensayos. ¿Qué dices?

-Lo siento Alberto, explícame que puedo hacer que yo le pongo empeño y aprendo. Esta fue la primera vez que agarré un instrumento musical y por eso fue que salió tan mal.

-Mira Julio, te voy a prestar este Güiro para lo lleves para tu casa y trates de acompañar la música que pongan en la radio. Fíjate bien en el sonido de los instrumentos y trata de memorizar como es que suenan el Güiro y las Maracas, para que la próxima vez lo hagas mejor. Desde ese día Julio ensayaba en el patio de su casa escuchando y acompañando los boleros y guarachas que sonaban por radio América. Y así fue como aprendió.

En el segundo ensayo no hubo muchas quejas y hasta le facilitaron las maracas para  acompañar unos boleros.  Julio  ya se veía tocando los bongós y las tumbadoras, los dos instrumentos que más le agradaban del conjunto por sus sonidos.

El primer hijo de Julio y Carlota ya tenía que ser bautizado y decidieron ponerle el nombre de Federico Adrián. Federico porque era bonito y Adrián porque era el nombre del señor que les estaba construyendo las paredes de la casa. Un albañil de muy buen carácter, trabajador  y responsable en todas las cosas que hacía.

Para Madrina no hubo que pensar mucho, hablarían con Margarita la hermana de Carlota y como Padrino buscarían al nuevo médico de la empresa que ahora era el doctor Martínez, ya que el doctor Márquez se había retirado para hacer una  especialización como endocrinólogo. Cuando Julio le pidió al doctor Martínez que fuese el padrino de Federíco se mostró agradado, y así fue como un domingo en la mañana bautizaron a Federíco Adrián en la iglesia del 23 de Enero. El bautizo lo realizó el padre Juan José, que fue el mismo sacerdote que había oficiado el matrimonio de Julio y Carlota. Después de la ceremonia todos se fueron para la casa y Carlota les sirvió un dulce de higos en almíbar.

Cuando Federico Adrián tenía como dos años, Julio instaló un asiento adicional, seguro y bien acolchado sobre el tubo de la bicicleta que usaba para ir al trabajo, y así poder sacar a pasear a su hijo. Al niño le gustaba cada vez que su papá lo llevaba a dar unas vueltas por las calles del barrio. Y así transcurría la vida, entre el trabajo, la lectura, los amigos, la música y los paseos con su hijo cada vez que el turno lo permitía.

Un día por la mañana después de servir el desayuno, Carlota con cara de serenidad, le dijo a Julio:

-Termina de comer que te quiero decir una cosa, y es una sorpresa.

-Julio pensó: a lo mejor me compró unos bongós por mi cumpleaños.

-¿No sabes que es lo que te quiero decir?

-Nada de nada Carlota, yo no sé de qué se trata, pero por tu cara me imagino que será algo muy bueno.

-¡Estoy embarazada!.

-Julio pegó un brinco en la silla: ¿Y desde cuándo?

- Hace como un mes.

Julio la abrazó con ternura y juntos en el comedor de la casa, dieron las gracias a Dios por esta nueva bendición y responsabilidad que les concedía.  Pero como todo no puede ser felicidad para los pobres,  a los cuatro meses a Carlota le dio Rubeola.

-Ese día cuando Julio regresó del trabajo vio a su mujer preocupada, y le preguntó:

- ¿Qué te pasa? ¿Fuiste al Seguro? ¿Cómo te fue con el médico esta mañana?

Carlota se puso a llorar y lo abrazó: El doctor dice que la Rubeola es una enfermedad muy peligrosa para las mujeres que están embarazadas, y nos recomienda realizar un aborto para evitar traer al mundo un niño con defectos que pueden ser muy importantes durante su vida.

Después de un largo silencio, para poder asimilar esa desagradable información, Julio le dijo: Mira Carlota, mañana por la mañana voy a conversar con el médico de la empresa a ver qué me dice, él es un buen doctor. 

En la conversación que sostuvieron, el doctor Martínez estuvo de acuerdo con la recomendación de abortar. Compadre, le dijo, ustedes son jóvenes y seguramente tendrán más familia, pero el riesgo de tener un hijo con deformaciones a consecuencia de la Rubeola es muy alto.

Ahora Julio si estaba preocupado de verdad.

-Papá, me está pasando esto (y le contó la situación y lo que habían dicho los médicos)

-Hijo de estas cosas los que saben son los médicos, para eso estudian. Ellos se preparan durante su carrera para poder resolver los casos que se presentan. Yo lamento lo que les pasa y me duele mucho, pero no puedo decirte nada más.

-Mamá, nos está pasando esto (y le contó la situación y lo que habían dicho los médicos)

Con lágrimas en los ojos su mamá lo abrazó y le dijo: Julio es duro lo que les está pasando, pero como quieres que te aconseje. Solamente te voy a hacer tres preguntas que te ayudarán a tomar cualquier decisión:

¿Qué te dice el corazón que debes hacer?

¿Has puesto en las manos de Dios la decisión que van a tomar?

¿Lo que está en el vientre de Carlota es una persona? ¿Es un hijo de Dios?

Le dio un beso en la frente y le dijo: hijo anda para tu casa y piensa bien en lo que te he dicho y después actúa. 

Esa noche Julio no pudo dormir y en la mañana apenas se levantó de la cama le dijo a Carlota: “Nosotros no vamos a matar a nuestro hijo, si Dios nos lo mandó nosotros lo recibimos sin ninguna reserva. Nada de aborto, nada de miedo, nuestro hijo o hija nacerá sano y salvo ya lo vas a ver”. ¿Estás de acuerdo?

¡Claro que sí, dijo Carlota!  y en ese mismo momento le hicieron una promesa al doctor José Gregorio Hernández para que la protegiera durante todo el proceso y para que su hijo naciera bien. La promesa fue que llevarían al niño y un ramo de Gladiolas blancas a su tumba, en el Cementerio General del Sur en Caracas. El proceso del embarazo continuó de forma normal, sin que se presentara ningún problema.

El dinero no alcanzaba, las medicinas, la ropa, la comida y un nuevo hijo a punto de llegar hacían que la vida de Julio y su esposa se hicieran difíciles. Las presentaciones con el conjunto musical no daban económicamente para nada, por el contrario generaban más gastos. En un año solamente habían tocado cinco veces: En el Club Hispano de Villa de Cura, en una fiesta de quince años, en los Carnavales del 23 de Enero, en un Night Club de mala muerte llamado “Puerta Negra” ubicado en la Carretera hacia Palo Negro,  y  también tuvieron una presentación en el Club de Cadafe, que estaba ubicado en la calle 19 de Abril, junto a la Plaza de Toros. Trasnochos y ensayos. Ensayos y trasnochos para no ganar nada. Menos mal que Julio había aprendido a tocar un poco los bongós y las tumbadoras que era su sueño.

Mañana mismo voy a solicitar a mi jefe un aumento de sueldo o un cambio para otro departamento donde pueda ganar más. Yo tengo varios cursos del INCE y he demostrado que soy puntual y responsable con mi trabajo, estoy seguro que si planteo bien mi caso lo voy a lograr. Pero a Julio ni lo aumentaron, ni lo cambiaron de departamento. Nunca se imaginó que esa sería la respuesta de la empresa donde había puesto tanto empeño, por eso ese mismo día renunció a su trabajo, salió de la oficina donde había solicitado el aumento, se cambió de ropa, agarró su bicicleta y se fue para el 23 de enero, sin ni siquiera marcar la tarjeta de salida de la fábrica.

Manuel el hermano de Julio, trabajaba como mecánico de mantenimiento en TUBINCA una empresa de San Vicente que se dedicaba a la fabricación de tubos y conos de cartón para la industria textil. Cuando supo que Julio se había quedado sin trabajo le dijo, hermano allá en TUBINCA están buscando una persona para supervisor, y yo creo que tú tienes las condiciones para ese puesto. ¿Por qué no vas mañana temprano y llevas tus papeles? Pregunta por el señor Pánfilo que es el gerente y hablas con él. Y así fue como después de la entrevista Julio comenzó a trabajar como supervisor de producción en esta empresa, donde la mayor parte del personal eran mujeres.

El trabajo no era fácil ya que era nuevo en la empresa, no conocía a las personas y además entraba ocupando un puesto de supervisor que varios de los trabajadores antiguos creían merecer. Pero Julio lo fue llevando con calma y con su don de gente y su manera serena y amable de comunicarse, se fue ganando la confianza y la aceptación de sus compañeros.

El señor Pánfilo estaba contento y cada vez llegaba más tarde y delegaba nuevas funciones en Julio, es cierto que el sueldo era un poco mejor que el que tenía en la Corrugadora, pero las funciones y responsabilidades eran muchas. Supervisar personal femenino, revisar las tareas de mantenimiento, manejar el montacargas, realizar despachos de productos terminados, recibir materias primas y además, pagar la nómina los sábados, resultaba agotador. Pero trabajo es trabajo, decía Julio para sus adentros, mientras pensaba en su hijo, en su esposa y el embarazo.

Y llegó el momento. Ese día por la mañana Carlota se fue sola al hospital y desde allá llamó a Julio para decirle que estaba esperando el parto, que no se preocupara, que ella estaba bien y que al niño lo había dejado en la casa de su hermana. Y esa misma tarde nació en el hospital del Seguro Social de San José un niño varón, sano, grande y lindo. Al segundo día ya estaban ambos tranquilos en la casa. Le pusieron por nombre Rafael Antonio. Rafael, por el artista plástico del renacimiento y Antonio por un buen ayudante y amigo que tuvo Julio en la Corrugadora de Cartón. Los padrinos fueron la mamá de Julio y el señor Felipe, que ya era el tío y padrino de Julio.

Rafael Antonio creció sanamente y apenas cumplió su primer año Carlota y Julio lo llevaron un domingo junto con Federico, a cumplir la promesa de visitar la tumba del Dr. José Gregorio Hernández. La docena de Gladiolas blancas que estaban ofrecidas las compraron en la Floristería “Las Azucenas”, que está en la esquina de la Calle el Carmen en la avenida principal del Cementerio. Los tallos de las flores los envolvieron ese día con un papel verde y con cinta adhesiva. Llegaron al lugar caminando un buen trecho por las calles internas del cementerio y estuvieron frente a la tumba varios minutos en total recogimiento. Oraron y dieron gracias a Dios por el favor recibido y se regresaron al terminal del Nuevo Circo para tomar temprano la camioneta de la línea 1º de Mayo, que los traería de regreso a Maracay. El viaje era duro para los dos niños.

Ahora el trabajo en la empresa se estaba poniendo desagradable, muchas exigencias del señor Pánfilo y un comportamiento de su parte, que relajaba la moral de los empleados de la empresa. En la nómina habían dos hermanas, Berta y Fabiola  que trabajaban como ayudantes generales, es decir que se esperaba de ellas que pudiesen trabajar en cualquiera de los procesos o maquinas donde hicieran falta. Berta era una mujer obediente y eficiente en todas las tareas que se le asignaban, pero Fabiola era todo lo contrario, respondona, floja y negligente. Julio pudo observar que el señor Pánfilo siempre se paseaba pavoneándose con un tabaco en la boca por la planta y que se quedaba por los alrededores de la maquina donde Fabiola estuviera trabajando, estaba claro que algo se traía con ella. Un día como a las 10 de la mañana, Julio vio que la muchacha fue y se cambió de ropa sin pedir permiso, para salir con el señor Pánfilo en su carro. Regresaron como a las dos de la tarde y Fabiola se quedó un buen rato en la oficina. Este comportamiento se repitió varias veces y era el chisme de todos en la planta. Fabiola asumió frente a Julio un comportamiento de confrontación y rebeldía. 

Un día en que le ordenó desplazarse a la máquina de conos para que ayudara a sus compañeras, la respuesta de Fabiola fue que ella no iba para allá y que si no le gustaba que se lo dijera al señor Pánfilo. Se sentía la protegida del jefe y como resultado, el resto de las mujeres de la planta ya estaban asumiendo un comportamiento similar frente a Julio, decían que él no era supervisor ni  su jefe, que el único jefe de la empresa era el señor Pánfilo.

-Señor Pánfilo me gustaría hablar con usted un momento de algo que está pasando. (Y Julio le contó sobre el comportamiento de Fabiola y lo que estaba pasando con el resto del personal, al ver la relación que ellos abiertamente tenían. Señor Pánfilo, por qué mejor no la retira de la empresa y la lleva para su casa, le dijo para finalizar)

Pánfilo era uno de esos españoles engreídos, mandones y soberbios, que se creía superior y que por lo tanto podía hacer lo que le viniera en gana. Para él todos los empleados eran unos esclavos y le debían guardar pleitesía y respeto.

-¡Usted no es nadie para meterse en mi vida privada!, gritó como respuesta. Yo soy el jefe de esta empresa y aquí se hace lo que yo digo y punto. Si salgo con alguna de las obreras cuando  a mí me da la gana eso asunto mío y de nadie más. Usted ocúpese de sus cosas y no se meta donde no lo llaman.

A Julio nunca le habían hablado de una manera tan insolente y grosera.

-Mire señor Pánfilo yo exijo respeto y bajo estas condiciones no puedo trabajar más con usted. Renuncio a mi empleo.

-¡Usted no puede renunciar, eso lo decido soy yo!. Le gritó de nuevo.

-A Julio se le subió la temperatura y le dijo: ¿Qué yo no puedo renunciar?   ¡Qué bolas tiene usted!  Y diciendo esto, con el manojo de las llaves de la empresa que tenía en sus manos, le dio un golpe tan fuerte al escritorio que se rompió el vidrio. Y le dijo: !Esa es mi renuncia, agarre sus llaves!. Y le dio la espalda.

-¡Te vas a arrepentir de esto toda tu vida!, le gritó Pánfilo.

-¡El coño de tu madre es el que se va a arrepentir! Le dijo Julio. Y cuando cerró la puerta, le dio tan duro,  que rompió el vidrio también.

Y se fue de la empresa sin hablar con nadie sobre lo que había pasado.

Esto continuará…

jueves, 16 de abril de 2020

Por “tocar” el “Guiro” y “hacer el coro” de una guaracha. (5)



  Aún sin cumplir los 18 años de edad Julio ya era papá y seguía trabajando en la empresa  Corrugadora de Cartón. Era un muchacho sin experiencia de la vida y con las responsabilidades propias de un trabajador, esposo y padre de familia, pero la juventud es la juventud y la experiencia no se aprende en los libros, ni se transfiere por consejos de la gente mayor, hay que vivirla o sufrirla, para que se ancle y pase a ser parte  de la personalidad. La forma de comunicarse Julio con sus compañeros le permitió ganarse su aprecio y consideración. 

Un domingo por la mañana, tomó el autobús y fue a la sede de FETRARAGUA, que era la Federación de Trabajadores del Estado Aragua y que estaba ubicada en la calle Mariño, detrás de las oficinas de Correo y Telégrafos de Maracay, donde se realizaría una asamblea del sindicato de los trabajadores de la empresa. El primer punto de la agenda, estaba relacionado con la elaboración del proyecto de un nuevo Contrato Colectivo, y el segundo punto era seleccionar las personas que llevarían adelante la representación de todos los trabajadores durante las negociaciones.

Para lo primero se nombró una comisión de tres compañeros para que elaboraran el pliego de peticiones, teniendo en cuenta el contrato vigente y cuidando de corregir y mejorar la redacción de las distintas clausulas, ampliando los beneficios contemplados en cada una. El proyecto debería estar listo en tres semanas para ser presentado en una nueva asamblea  y si resultaba aprobado, se introduciría  ante la Inspectoría del Trabajo para que le diera curso y poder iniciar las conversaciones.

Para el segundo punto de la agenda, lo tradicional era que la negociación de un nuevo contrato colectivo recayera sobre las personas que ocupaban los cargos de Secretario General, Secretario de Organización y Tesorero del Sindicato.

Llegado a este punto, Pedro Germán Anzola, en su condición de Secretario General del Sindicato y antes de abrir el derecho de palabra, le informó a la asamblea que por razones personales había tomado la decisión de renunciar al cargo que había venido ocupado durante seis años. Agradeció a todos sus compañeros la confianza que habían depositado en él y añadió que la razón principal de su renuncia, era que  necesitaba más tiempo para poder dedicarlo a su familia. Destacó que en la fábrica trabajaban otros compañeros que deberían encargarse de esa responsabilidad y añadió: “estoy seguro que entre nosotros hay personas, con más preparación que la que yo tengo y que también harán un buen trabajo en beneficio de todos”.

Las palabras de Anzola fueron una sorpresa para toda la asamblea. Pedro Germán tenía más de diez años trabajando en la empresa y todos sus compañeros se habían acostumbrado a verlo como la figura central del sindicato. No puede ser que renuncie.

-Queda abierto el derecho de palabra, dijo Anzola:

Pasaron como cinco minutos y nada,  los trabajadores se miraban las caras unos a otros, pero nadie propuso a nadie para ocupar el cargo de Secretario General.

-Compañeros: dijo Anzola, hoy tenemos que nombrar a mi sustituto, lo que yo les informé hace un momento fue mi renuncia irrevocable. El sindicato no puede quedar sin dirección en estos momentos en que se avecina la discusión de un nuevo contrato. 

De nuevo. el silencio en la asamblea.

Yo para iniciar las postulaciones, voy a proponer al amigo Julio, a quien todos conocemos; el es una persona seria y responsable, que le gusta leer y que ha demostrado en estos dos años que tiene en la empresa, que sabe comunicarse bien y que se lleva bien con todos sus compañeros.

-Sigue abierto el punto para escuchar otros nombres, para ocupar el puesto de Secretario General.

De nuevo el silencio en la asamblea.

No se presentó ningún otro candidato y por lo tanto Julio ese mismo día quedó nombrado como el nuevo Secretario General del Sindicato de Obreros y Empleados de la Corrugadora de Cartón. El Tesorero siguió siendo el señor Alejandro Díaz y el Secretario de Organización el señor Ernesto Pernía.

Después de su nombramiento, Julio con bastante miedo por lo que había sucedido, tomó la palabra por primera vez en su vida con un micrófono en la mano y frente a una asamblea. Las primeras palabras que pronunció fueron para agradecer al señor Anzola su confianza y las palabras que utilizó para postulado para ese cargo. Dejó claro ante sus compañeros que esa era su primera experiencia como sindicalista, que iba a poner todo su empeño en hacerlo bien y que necesitaba del apoyo, la paciencia y ayuda de todos sus compañeros para poder hacer una buena gestión y alcanzar la firma de un buen contrato.

-¿En qué lío me estaré metiendo? Se preguntó Julio mientras se secaba la cara con el pañuelo, después de su intervención.

El lunes, el Doctor Leopoldo Márquez, el médico de la empresa, antes de entrar a su consultorio se cruzó con Julio debajo del Samán y le dijo: “Yo sé que usted hará un buen trabajo frente al sindicato, tenga paciencia y piense muy bien cada paso que vaya a dar, no confíe abiertamente de nadie, lea y estudie bastante que usted es joven e inteligente, recuerde que este es un mundo donde la política y la envidia de algunos, los llevará a querer atacar su reputación y liderazgo, no les preste atención y siga adelante confiando en lo que le dicte su consciencia”.

El señor Marchíani como Jefe de Relaciones Industriales, esa misma tarde llamó a Julio a su oficina para felicitarlo por su designación. Le dijo que podía contar con toda su cooperación y que deseaba que el clima de respeto y ponderación que se había alcanzado hasta ese momento entre la empresa y el sindicato, se mantuviera durante su periodo como Secretario General.

Los pasos legales se dieron y se firmó el nuevo Contrato Colectivo. Alejandro Díaz el Tesorero y Ernesto Pernía el Secretario de Organización, fueron junto con Julio los representantes del sindicato. El señor Marchíani y el abogado Ezequiel Vivas, fueron los representantes de la empresa.

Las reuniones se realizaban todos los lunes por las mañanas, en el  salón Turmero del Hotel Maracay. Se hacían fuera de la empresa para evitar las llamadas e interrupciones que pudieran afectar las conversaciones. En varias oportunidades los representantes de la empresa y el sindicato, almorzaron juntos en el hotel y por la tarde seguían discutiendo las cláusulas del nuevo contrato.

¿Cuándo se iba a imaginar Julio y sus compañeros, que un día pudiera venir a su mesa un mesonero con corbata a ofrecerles un menú para que escogieran lo que querían almorzar? 

Para Julio resultaba casi increíble que siendo una persona tan joven, estuviese representando a más de 150 trabajadores en la discusión de un Contrato Colectivo, frente al Jefe de Relaciones Industriales y el abogado de la empresa. A él le agradaba poder argumentar las motivaciones y la justificación  de los beneficios de  cada clausula, y sobre todo, se sentía muy contento cuando lograba que la representación de la empresa le entendiera. Las conversaciones entre las partes duraron dos meses y medio y en su mayoría se llevaron en un clima de respeto y armonía.

Al final la duración del nuevo contrato se acordó en 24 meses, que serían contados a partir de la firma. Las utilidades pasaron a ser 40 días por año calculados al salario promedio de cada trabajador. Las vacaciones serían 17 días de descanso con pago de 30 salarios, igualmente calculados al salario promedio. Los uniformes ahora, serían 3 por año y se incluiría un impermeable y un par de calzado de seguridad para cada trabajador por año. Las bicicletas serian subsidiadas en un 50 % por la empresa y el trabajador pagaría el saldo en 10 meses. El servicio médico se elevó a tres horas diarias. El salario de ingreso pasó a ser  de Bs. 17.00 diarios para los nuevos trabajadores y el aumento general para todos, fue de Bs. 3.00 diarios, que se harían efectivos a partir del vencimiento del contrato anterior. Al año siguiente se aumentaría un (1) bolívar adicional a todos los trabajadores.

Fue un buen contrato decía la mayoría de los trabajadores, el aumento fue bueno y no hubo conflicto ni amenazas de huelga durante las discusiones.

Pero Julio aun con estas responsabilidades de padre de familia, trabajador y sindicalista, seguía siendo una persona inquieta por aprender y vivir nuevas experiencias. Tenía deseos de saber cómo sería la actividad y los beneficios de ser miembro de un club deportivo, y recordaba que en la calle Colombia del 23 de enero estaba el club  “Los Halcones Negros”. Así que un viernes se bañó y se preparó para salir, le dijo a Carlota que iría a ver el programa de Lucha Libre y Boxeo que se montaría esa noche en el club y que regresaría temprano para compartir un rato con el niño . 

El programa contemplaba tres peleas de boxeo y dos de lucha libre. Las entradas costaban dos bolívares por adulto y 1,50 para los niños menores de 12 años. Era la primera vez que Julio estaba en un espectáculo de ese tipo. El espacio para el público estaba aire libre. El ring era grande y estaba bajo un techo de láminas de zinc y bien iluminado: Tenía como tres metros cuadrados y el ensogado era de cuatro cuerdas que estaban forradas en tela roja y que se tensaban desde cada una de las esquinas. La lona del entarimado era un encerado de color verde oscuro.  

A la derecha del ring estaba construida un área cerrada, donde se hacia el levantamiento de pesas y donde también habían dos peras de boxeo y unos sacos de arena colgados del techo, para quienes practicaban el pugilismo.  La lucha libre se aprendía y se practicaba estándo descalzo sobre la lona del ring.

A Julio le gustó más la lucha libre que el boxeo y esa noche después del programa, pidió información sobre cuánto costaría recibir entrenamiento en pesas y en lucha libre. Le dijeron que por una hora diaria durante dos días, de lunes a viernes, pagaría 30 bolívares mensuales, lo que le daba derecho a la asistencia de un entrenador, un gabinete para guardar sus cosas personales y el uso de las duchas después de finalizar los entrenamientos. Y se inscribió.

Ya Julio se imaginaba en la playa, con un cuerpo atlético como el de los fisiculturistas que salían en las revistas y se visualizaba escuchando los aplausos del público cuando se montara en el ring, con algún contrario. Pronto sería como uno de los luchadores de la televisión: Bernardino La Marca, El Gran Lotario, El Búfalo, El Médico Asesino, El Chiclayano, El Hombre Montaña y otros..

Nada de aplausos... Nada de triunfos... Julio apenas realizo 5 presentaciones en un año actuando como “El Loco del Ring”, ganando 3 combates y perdiendo 2. La lucha libre no era para él, había muchos peligros en las caídas sobre la lona, o cuando se salía del ring por algún empujón o patada voladora del contrario. Otra cosa que no le gustó fue que cuando subía al ring el público se burlaba y lo pitaba, por eso abandonó la Lucha Libre y se quedó con el fisiculturismo para ganar musculatura.

Los miércoles y viernes que le correspondía ir a entrenar, Julio tenía que pasar obligatoriamente por la calle Carabobo frente de la casa de su amigo el flaco Alberto Granadillo, donde se reunía un grupo de músicos aficionados para ensayar y poder formar en el futuro, una agrupación musical que tocara en fiestas y pudiera ganar algo de dinero.

Uno de esos días Julio se detuvo en la puerta de la casa a escuchar los alegres  sonidos del Tres, la Timbaleta, los Bongos, las Maracas, el Güiro, la Tumbadora y una Marimba.  La pieza que ensayaban en ese momento era un bolero que estaba de moda y que decía: “Dos almas que en el mundo, había unido Dios, dos almas que se amaban eso éramos tú y yo. Un día en el camino se cruzaron nuestras almas, surgió una sombra de odio, que nos separó a los dos”...

Para Julio los instrumentos sonaban acoplados y le comenzó a gustar la música y se propuso aprender a tocar algún instrumento. Ahora, en su mente soñadora, ya  se veía escuchando los aplausos de la gente y saliendo por la televisión.

-¿Qué haces ahí parado? le preguntó el flaco Alberto, que venía retrasado.

-Nada. Escuchando a estos muchachos.

-¿Tú sabes tocar algún instrumento?

-Ninguno Alberto, pero me gustaría aprender.

-Pasa.

- Y esa noche a Julio le dieron un Güiro para que fuese agarrando el ritmo con una guaracha de Cheo García y la Billos Caracas Boy´S, que estaba de moda y que decía: … “Yo quiero ser como Ariel, yo quiero ser como el, que escribe canta y diseña, y hasta le baila Ballet… porque todas las chiquitas están loquítas por él...”

No hubo más fisiculturismo ni entrenamientos, desde la noche en que Julio conoció a sus nuevos amigos y vivió la experiencia de “tocar” el Güiro
y “hacer el coro” de una guaracha, por primera vez…

Esto continuará..

domingo, 12 de abril de 2020

¿Por qué Jesús dobla el sudario de lino después de su Resurrección?



 El evangelio de San Juan 20:7 nos dice que el sudario, que le fue colocado en el rostro a Jesús en su a un lado. El sudario fue bien doblado y se colocó en un lugar aparte.

El primer día sepelio, estaba después del sábado por la mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y encontró que la piedra había sido removida de la entrada. Ella dijo: “Se han llevado el cuerpo del Señor del sepulcro, y no sabemos dónde lo han puesto”. Pedro y el otro discípulo salieron para el sepulcro, pero el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó antes. Se inclinó, vio los lienzos caídos, pero no entró.

Pedro llegó detrás y entró en el sepulcro y vio las vendas en el suelo. El sudario que había cubierto la cabeza del Señor no estaba junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte.

-¿Es realmente relevante este detalle?  

-¡Claro que sí!

Para comprender el significado del sudario doblado, hay que entender la tradición hebrea en esa época.

La servilleta doblada sobre la mesa tenía un significado muy particular, una tradición judía sobre el Maestro y el siervo, y todos los niños judíos conocían esta tradición.

Cuando el siervo ponía la mesa de la cena para el Maestro, se aseguraba de ponerla exactamente de la manera que al Maestro le gustaba. La mesa debía estar a la perfección, casi como para un ritual sagrado. Luego el criado tenía que esperar fuera de la vista de los comensales, hasta que el Maestro hubiera terminado de comer. El siervo no se atrevía a acercarse a la mesa, hasta que el Maestro hubiese concluido.

Si el Maestro había terminado de comer, se levantaba, se limpiaba los dedos, la boca y la barba, y haciendo un nudo con la servilleta, la lanzaba sobre la mesa. El siervo entendía que ese era el momento para limpiarla. La servilleta anudada significaba “ya he terminado”.

Pero si el Maestro se levantaba y doblaba la servilleta y la ponía junto a su plato, el siervo entendía que no debía acercarse a la mesa. ¿Por qué? Porque la servilleta doblada significaba “aún no he terminado, volveré”.

El sudario doblado lo entendió Juan “el Maestro volverá”, por eso no entró al sepulcro, respetando esta tradición. 

Jesús al doblar el sudario quería decir, que Él regresaba con un mensaje de resurrección, con un mensaje de vida. 

Por eso en cada celebración de la misa, el sacerdote dobla el corporal, porque Cristo volverá a hacerse presente en otra celebración.