jueves, 28 de mayo de 2020


 Cuentos de Julio (11)
Me dijo que me quedara y él renunció primero.
Roberto Rolo Luis.

A pesar de la normalidad y la estabilidad en el trabajo como mecánico de turno en Kuraven, las cosas para Julio desde el punto de vista económico no eran fáciles, tener una esposa y tres hijos que mantener, con dos que ya estaban estudiando, era una realidad que preocupaba y lo hacía pensar. ¿Y qué pasará si voy montando un taller de herrería en mi casa, como lo hizo Pacheco? 

Lo comentó esa noche con Carlota quien le dijo que lo pensara bien ya que cualquier decisión que tomara afectaría para bien o para mal a la familia, también le recordó que tuviera mucho cuidado con las cosas que comprara, para que fuesen de  buena calidad y duraran bastante, Ella en definitiva también estuvo de acuerdo en montar el pequeño taller.

Ese diciembre no hubo estrenos ni para Julio ni para Carlota, sólo compraron algo de ropa y zapatos para los muchachos y los regalos del niño Jesús que nunca faltaban. Con los ahorros que hacía Carlota a lo largo del año, más las vacaciones y las utilidades que se recibieron en diciembre, habían reunido 6.500,00 bolívares que parecían suficientes para comprar algunas de las máquinas y herramientas que hacían falta.

Julio buscó presupuesto en la “Casa del Pueblo” y en la “Casa Sivira” que eran las dos ferreterías mejor surtidas de Maracay; de acuerdo a los precios que le dieron, el dinero que tenía no alcanzaba para comprar lo que hacía falta. Además tenía que cambiar el carro por una camioneta pickup, para poder comprar materiales y llevar los trabajos a la casa de los clientes.

-Le preguntó a Carlota: -¿Por dónde comienzo? -¿Qué compro primero? -¿Valdrá la pena seguir adelante con esta idea?

-Julio, problemas siempre vamos a tener, pero si es están en nuestras vidas para resolverlos; si yo estuviese en tu lugar lo primero que compraría serían los materiales para hacer la mesa de trabajo y después vamos viendo.

-Pero Carlota, la plata que tenemos no alcanza para comprar todo, los precios que me dieron hoy son elevados y no nos podemos quedar limpios.

-¿Preguntaste en FERRISOLDER? -Yo pase un día por ese negocio y tenían máquinas de soldar y otras cosas en exhibición. Esa es una Ferretería que está por la calle Miranda, viniendo a mano izquierda al pasar la calle Libertad y antes de llegar a la  Carabobo. ¿Por qué no pasas por allá y preguntas?

Julio fue a donde su mujer le había dicho, y al día siguiente por la tarde llegó una camioneta a la puerta de la casa, con todas las cosas que había comprado. La factura decía:
1
Máquina de soldar Lincol de 50 a 250 AMP
900.00
1
Esmeril de mano Bosh, de 7”
450.00
1
Tronzadora de disco, de 25”
850.00
1
Una prensa de banco, No. 7
350.00
1
Kilo de Electrodos AGA de 1/8
38.00
1
Careta de soldar
35.00
1
Par de Guantes de Cuero
30.00
1
Escuadra de 90 º y de 35” para herrero
35.00
1
Brocha de 4”
12.00
1
Galón de pintura anticorrosiva Sherwin Wiliams
38.00
2
Discos de esmeril de 7”
40.00

2
Discos de esmeril de 27” para la tronzadora
60.00


Total:
2.833.00


La alegría fue inmensa, los muchachos querían abrir las cajas para ver lo que su papá había comprado. La factura era por 2833,00 bolívares.

Adrián, el hijo mayor, preguntó: ¿Papá, tú me vas a enseñar a soldar? -Yo te quiero ayudar. -Seguro hijo, lo haré poco a poco, pero tendrá que ser con mucho cuidado para que no te quemes. Otra cosa, tienes que  portarte bien la escuela si quieres que te enseñe.

-Ahora falta lo principal, dijo Carlota: los materiales para hacer la mesa de trabajo.
-Tranquila mujer que mañana voy a ACEROMAT que tiene todo tipo de materiales y buenos precios, además ellos lo traen hasta la puerta y nos ahorramos el flete.

Julio compró una lámina de hierro negro de 2 X 1 metros y de 3/8” de grosor. También pidió que le trajeran  4 trozos de viga H cortados a 90 cm de largo cada uno, para hacer las patas de la mesa. (La lamina y los cuatro trozos de viga, costaron Bs.1050.00).  Antes de salir del negocio vio que estaban vendiendo un taladro marca “Bosh de 3/8” y una “Cizalla” usados. Preguntó el precio y eran Bs. 750.00 las dos herramientas, pero no podía gastar el dinero que le quedaba, pensando que podía hacer falta para alguna emergencia. ¡Yo me llevo hoy ese taladro y la cizalla! se dijo a si mismo, voy a hablar con el gerente y le digo que las necesito, que me las fie para ir pagando poco a poco con los trabajos que vaya haciendo. El gerente tuvo confianza en Julio, le pidió una copia de la cédula de identidad y aceptó la propuesta.

Ese mismo fin de semana Carlota y Julio comenzaron a hacer la mesa, el sábado trabajaron hasta bien tarde y quedó lista. Al día siguiente le instalaron la prensa y la pintaron.  El hermano de Julio, que trabajaba como electricista de instalaciones y montajes, tenía unos ahorros, y le había dicho que lo acompañara a Caracas a ver unas máquinas usadas que estaban vendiendo, para ver si servían como negocio o para ponerlas a trabajar.

Los japoneses y Julio se llevaban bien, pero de aumentarle el sueldo no le decían nada. El taller ya estaba montado pero no salía mucho trabajo y tampoco había tiempo para trabajar la herrería. En los primeros 3 meses, solamente habían construido una puerta, una ventana basculante y 15 parrilleras que encargaron del Restaurante “Las Tres Topias”, que quedaba en las Delicias. Por las noches no se podía hacer ruidos para no molestar a los vecinos, y ahora para completar las dificultades a Julio lo habían puesto a trabajar en turnos diferentes cada semana, lo cual lo dejaba bastante cansado. Por eso fue que comenzó a evaluar en serio retirarse de KURAVEN para dedicarse a su taller, pero le daba miedo quedar sin ingresos mientras se daba a conocer. Para Julio y su mujer la comida y la salud de sus hijos estaban sobre cualquier otra necesidad.

Las maquinas que vieron  eran usadas pero estaban en muy buenas condiciones: Una  dobladora  1.40 cm, Una Guillotina de 1.40 cm, Un taladro de árbol de 1/2”, Una prensa excéntrica de 2 Toneladas y varios troqueles. Las vieron, les gustaron, hicieron el negocio, alquilaron un camión y se vinieron ellos y las maquinas  en el mismo camión para Maracay. Ambos hermanos eran soñadores.

Como el taller no daba casi ninguna ganancia y a Julio ya no le gustaba tener que estar trabajando con hierros, un día habló con su hermano y acordó venderle las herramientas de herrería que guardaba en su casa. El hermano de Julio ya tenía montadas en un galponcito, las maquinas que habían comprado en Caracas y ahora con las de Julio si tendrían un taller completo, y así fue como nació y aún existe, el “Taller de Herrería La Estrella”.

Durante los 4 años que Julio trabajó en Kuraven, tuvo la oportunidad de hacer varios cursos en el INCE y en ellos pudo hacer amistad con personas distintas a sus compañeros de trabajo. Entre los cursos que realizó estaban: “Relaciones Públicas y Humanas”, “CAS 30”, que era un curso para la capacitación y el adiestramiento de Supervisores, el “FIE 30” un curso para formar Instructores dentro de las empresas, un curso de “ELOCUCIÓN” que permitía a los Instructores y Supervisores, aprender una mejor forma de comunicarse en público. Además Julio mantenía el hábito de la lectura, por lo que cada día después de descansar dedicaba dos o tres horas para leer de todo, en el patio de su casa. Conservaba y aún conserva en buen estado, la obra “El Sendero de la Felicidad” un libro que le regaló su mamá cuando cumplió 25 años.

Julio y Carlota cada vez que podían iban al Mercado Principal, el que está en el cruce de la calle “Santos Michelena” con la calle “Pérez Almarza”, preferían comprar en ese mercado porque estaba bien surtido y porque las cosas eran más baratas, comprar allí les permitía tomar de regreso el autobús del 23 de Enero que pasaba por la Av. Bolívar que está más o menos cerca. Fue uno de esos domingos que al salir con la compra, se encontraron con Aurelio en la puerta donde estaba el señor que vendía chicha, fororo y ajonjolí.  Aurelio era un señor que había hecho cursos con Julio y que trabajaba en SAVIRAM.

-¡Aurelio que bueno verte! -te presento a mi esposa.

-Mucho gusto señora, -gracias Julio,  ¿cómo están las cosas?

-Luchando amigo para sacar la familia adelante. ¿Y a ti como te va?

- Gracias a Dios me está yendo bien, sigo en SAVIRAM, hace poco me nombraron supervisor y me aumentaron el sueldo. Por cierto y si te interesa, te informo que van a incorporar dos nuevos supervisores para los procesos metalmecánicos. Yo creo que tú  puedes optar por ese puesto, tienes conocimientos y experiencia y has realizado los mismos cursos que yo. Anímate y pasa por allá para presentarte la gente de Relaciones industriales. Lleva el Curriculum y la copia de todos tus certificados.

Y Julio fue a Saviram el lunes por la tarde, después de salir de su turno. Lo entrevistaron y engancharon como supervisor en entrenamiento, y el sueldo que le ofrecieron era bastante mejor que el que tenía en ese momento con los japoneses. SAVIRAM era una empresa mediana que se dedicaba a la fabricación de tubos rígidos y colapsibles de aluminio. Los rígidos eran para envasar productos aerosoles, como el “Desodorante Mistral” o el Insecticida “Baygon”, y los colapsibles en su gran mayoría, eran utilizados para las cremas dentales y medicinales, como “Colgate” o el “Bálsamo Alesida”.

El inicio en esta empresa no fue nada fácil, los trabajadores no aceptaban que viniera alguien de afuera como supervisor, ellos consideraban que la antigüedad que tenían en la empresa les daba derecho a ocupar ese cargo y fue por eso que surgió una cadena de chismes, el rechazo y los sabotajes permanentes al trabajo y a la imagen de Julio el nuevo supervisor.

Pero era cuestión de tiempo para que la experiencia, los conocimientos  y la forma humana y respetuosa de tratarlos se impusieran. Y así con el tiempo,  Julio pasó de ser un Supervisor de turno a ocupar la Jefatura del Departamento de “Prensas y Matricería” donde también hizo un buen trabajo.  La empresa viendo los resultados, consideró que merecía estar en un puesto donde pudiera desarrollar su potencial y fue promovido como Jefe del “Departamento de Selección y Adiestramiento”  reportando ahora a la Gerencia de Relaciones Industriales. El puesto anterior de Julio fue cubierto por un ingeniero mecánico, que había egresado de la ULA recientemente.

Para ese momento el departamento de “Selección y Adiestramiento” no existía. Era un verdadero reto, es cierto, pero a Julio no le gustaba mucho tener que dejar la Jefatura de un departamento de producción,  donde llevaba trabajando casi 5 años, para comenzar a trabajar en un área administrativa, que desconocía. Lo bueno era que había que crear el departamento desde cero.  El objetivo principal según le informó el gerente general, era elaborar los programas y el presupuesto anual de adiestramiento para todo el personal, haciendo énfasis en la especialización de los mecánicos y electricistas. El Gerente de Relaciones Industriales para ese momento era el Lic. Álvarez, una persona joven y muy positiva,  lo cual permitió que se hicieran buenos amigos;  el nivel de comunicación entre ambos era muy sincero lo que facilitó el trabajo, ya que Julio no tenía experiencia previa en ese tipo de tareas.

-Tranquilo Julio que tú entiendes rápido, te voy a prestar unos libros de “Selección de Personal” y otros que usé en la universidad,  y te voy a presentar al señor José Ponce que es un Supervisor del Programa Nacional de Aprendizaje del INCE, para que te explique los detalles administrativos y legales de ese programa, que es uno de los más importantes que tendrás que coordinar y controlar.

Y Julio aprendió. Preparó un manual para desarrollar la política y procedimientos de selección para nuevos trabajadores, lo cual le generó un aumento de sueldo. Coordinó el Programa Nacional de Aprendizaje de ese año y dictó el mismo varios cursos dentro la empresa. Envió trabajadores a realizar cursos en el INCE y en empresas didácticas.  Inició un programa de visitas a la empresa para los estudiantes y profesores de la “Escuela Técnica Industrial Joaquín Avellán”. Formó mujeres para trabajar como mecánicas de turno y creó una biblioteca, con libros que fueron aportados por los propios trabajadores y algunas donaciones que recibió. El primer libro de esa biblioteca fue “El Mío Cid” que fue donado por el señor Francisco Delgado, que era el jardinero de la empresa. La idea era que los trabajadores pudieran llevar prestados buenos libros a sus casas, para que se cultivaran intelectualmente.  

Lamentablemente un día falleció el señor Rezek, que había sido el gerente general de la empresa por más de diez años y con este evento, comenzó un proceso de cambios y re estructuración en toda la empresa.

El Lic. Álvarez viendo lo que se avecinaba, comenzó a postularse y encontró un buen trabajo en la Embotelladora “Pepsicola” que estaba en la zona industrial de Villa de Cura, que le quedaba mucho más cerca de su casa.

Álvarez notificó en un Memorando puesto en la cartelera, que estaría en el cargo hasta el 15 de marzo.  Después de leer la noticia Julio se acercó a la oficina y le dijo:
- Álvarez te deseo mucha suerte y recuerda que yo también tengo ganas de encontrar otras oportunidades de trabajo. Si te enteras de algo bueno para mí, por favor me avisas.

Julio  vivía pensando en lo que podría pasar con su cargo, con motivo de la reorganización que estaban haciendo en la empresa. A lo mejor me dicen que me vaya se imaginaba, y eso lo entristecía ya que le había comenzado a gustar el trabajo de Selección y Adiestramiento. Era un trabajo de oficina, y era gratificante poder atender en nombre de la empresa las supervisiones del INCE, también era feliz cuando dictaba un curso o cuando recibía el agradecimiento de los trabajadores, que le traían para que lo viera, el diploma que habían recibido en alguna actividad. En esas cavilaciones estaba cuando llegó de repente el Lic. Álvarez a su oficina, acompañado por otro señor.

-Julio, este es el señor Milton Hoyt quien ocupará mí puesto a partir del 15 de este mes. El viene de ser el gerente de administración en una empresa metalmecánica y será tu nuevo jefe a partir del 15.

-Señor Milton para que no se sorprenda, le informo que Julio también está pensando en irse de la empresa.

-Pero bueno -dijo el señor Milton- mientras estrechaba la mano de Julio. Si todos ustedes se van yo me voy a quedar solo. -Mire Julio, el licenciado Álvarez me ha hablado muy bien de usted, de como lo ha apoyado y de todo su potencial gerencial en esta área, por eso le quiero pedir que no renuncie, yo tengo varias ideas que me gustaría poder emprender con su ayuda. Trabajemos juntos y usted verá cómo cambiarán las cosas para todos. Yo soy directivo de la Cámara de Industriales del Estado Aragua y miembro del Rotary Club de Maracay donde tengo muchos amigos que me gustaría poder presentarle. Quédese y verá que si podemos trabajar juntos.

Por la sinceridad y elocuencia con la que habló el señor Milton, a Julio le pareció buena persona y que llegarían a ser grandes amigos,  por eso postergó su renuncia.
Las primeras dos semanas Milton y Julio se reunieron varias veces para intercambiar ideas sobre los problemas de la empresa y las cosas que aún estaban pendientes. Milton lo invitó a su apartamento y allí le presentó a su esposa, la señora Rosita y a sus dos hijos varones que tenían edades parecidas los hijos de Julio.

Milton era buen lector y había consolidado una colección que tenía en un cuarto acondicionado como estudio, donde se encerraba a escuchar música y leer. En este estudio también guardaba una bonita colección de armas de fuego, ya que era aficionado al Tiro de Combate.  -Te invito para que vayamos este domingo al Polígono para que practiques. Y Julio se entusiasmó, sería otra experiencia ya que él nunca en su vida había tenido un arma en sus manos y mucho menos la había disparado.

Pero como en la vida uno propone y es Dios quien dispone, Milton Hoyt se retiró antes de cumplir un mes en SAVIRAM. Lo llamaron de FAIRBANKS MORSE la empresa donde trabajaba anteriormente, para que regresara a ocupar el mismo cargo.

Y Julio se quedó esperando para ir a disparar en el Polígono.

¡Qué buena vaina!, Milton me convenció para que no renunciara y él fue quien se fue primero. No hay más remedio, tendré que seguir aquí haciendo las cosas bien, hasta que aparezca algo nuevo.

Y eso apareció y significó un cambio trascendente en su vida… (Continuará…)


martes, 19 de mayo de 2020

No le gustó el olor de un mango maduro.


Cuentos de Julio (10)

No le gustó el olor de un mango maduro.
Roberto Rolo Luis.

El carro que compró Julio era bonito por fuera y por dentro, pero la verdad es que no estaba bueno. Para venderlo rápido, lo habían trampeado en muchas de sus partes mecánicas. Cuando no era el carburador que se inundaba, era el tren delantero que se desajustaba, los amortiguadores, los frenos o el alternador. Poco a poco y gastando dinero, se fueron reparando las fallas que se iban presentando, pero la verdad es que con un vehículo así no se podía ir a trabajar a Valencia, ya que en cualquier momento se accidentaba en la autopista y entonces sí saldría caro el regreso a Maracay.

Por la década de los 60 y gracias a la publicidad que se hacía en todos los medios,  los cigarrillos con filtro se comenzaron a ver como "más seguros", se decía que reducían el alquitrán y el humo de la nicotina hasta en un 50%, y fue por eso que Carmona, Julio y Valera dejaron de fumar “Alas” y se cambiaron para el “Astor Rojo con filtro”.  Como el auge de los consumidores de cigarrillos con filtro era grande y seguía en aumento, la empresa Celanese se propuso fabricar las fibras de celulosa que se usaban para la elaboración de esos filtros.

El turno de trabajo en Celanese era de 8.00 am a 4.30 pm y como Carmona vivía en el Limón y Valera en la Coromoto, se habían puesto de acuerdo para venirse juntos todos los días a las 6.30 de la mañana. Julio se enteró y le dijo a Carmona que si no le importaba, todos los días lo esperaría frente a la Pescadería la Estrella, la que está en la avenida Bolívar, para irse juntos  y que además, colaboraría para los gastos de la gasolina y el aceite del carro.

El trabajo de estos amigos no fue distinto al que ya habían realizado en otras oportunidades, los procesos de extrusión y estirado en “Celanese” eran muy parecidos a los de Fibras “Sintéticas Venezolanas”, que fue la última empresa donde trabajaron. La única y la gran diferencia ahora era la extrema seguridad que había que observar en todos los trabajos, para evitar una chispa que pudiera generar la explosión de los vapores de acetona que se acumulaban en el ambiente. 

Los martillos y todas las demás herramientas que utilizaban los mecánicos eran de bronce, las ruedas de las carruchas eran de goma, los taladros eran neumáticos, todo trabajo mecánico debía realizarse en el taller y llevarse listo a la planta para instalarlo; era imposible y estaba absolutamente prohibido soldar o martillar cualquier cosa dentro del área de montaje. 

Y los amigos aprendieron a trabajar con extrema seguridad. Ellos sabían que a ese montaje le faltaba poco para concluir y que no sería fácil que les ofrecieran quedarse como mecánicos cuando la planta arrancara. Su domicilio en Maracay era una limitante muy importante para la empresa y para ellos también.

Valera fue el primero que se retiró antes que el trabajo concluyera,  se vino a trabajar como mecánico a una empresa de Maracay. Al poco tiempo fue Carmona quien aceptó un puesto como supervisor de Calderas, en la empresa Eveready.  La cosa se puso fea para Julio, ahora no tenía ninguno de sus amigos que le diera la cola, no podía cumplir con el horario, ni podía seguir viajando todos los días en autobús hasta Valencia. Casi siempre llegaba tarde y eso no le gustaba ni a Julio, ni a su jefe.

Un día estando en el comedor, un señor que trabajaba en el área de producción le dijo:

-¿Sabe que unos Japoneses compraron la fábrica donde ustedes estaban trabajando en Maracay?  -Yo tengo un hijo que vive en Campo Alegre y ayer me dijo  que llenó una planilla, para ver si le daban trabajo en esa empresa.

A Julio se le encendieron los motores, comenzó a preguntar y confirmó que la empresa KURARAY de Japón, había comprado las instalaciones de "Fibras Sintéticas Venezolanas" para ponerlas a funcionar y que ya se encontraban realizando modificaciones en sus instalaciones. El lunes Julio no fue a Valencia, se dirigió directamente a la empresa para ver si era cierto que pronto reanudarían operaciones y ofrecer sus servicios.

-Buen día le dijo al vigilante, desde la reja que limitaba el acceso.

-Buen día, ¿que desea?

-Yo trabajé aquí durante muchos años como mecánico y quería saber si hay algún chance para regresar.

-Espere un momento que lo voy a anunciar con el señor Takoada, él es japonés pero es el único que habla español.

Julio se entrevistó con el señor Takoada y se sorprendió al verlo, parece mentira, pero era la misma persona que tenía una tienda de juguetes y bisutería en la Avenida Santos Michelena, en el centro de Maracay, la misma donde había comprado los regalos del niño Jesús para sus hijos en diciembre. Conversaron un rato y Takoada le dijo que él no era mecánico y que lo habían contratado solamente como interprete durante el periodo del desmontaje y montaje de los equipos. 

La nueva empresa se llamaba KURAVEN y había enviado desde Japón a 4 técnicos electricistas y 6 ingenieros mecánicos, para evaluar las instalaciones de la planta y ver la forma de simplificar varios de los procesos. Takoada le pidió el Curriculum a Julio, le dijo que hablaría con el señor Ishida y que lo llamaría al día siguiente para informarle.

Y al día siguiente lo llamó y le dijo que sería ingresado al equipo de montaje. Esa misma tarde Julio fue en autobús hasta Valencia y presentó su renuncia. El miércoles por la mañana Julio comenzó una nueva experiencia laboral. La planta que era prácticamente nueva y que no había trabajado casi nada, estaba siendo desmontada en su totalidad; cada pieza o equipo que se bajaba era fotografiado desde distintos ángulos por los técnicos japoneses, las fotos se enviaban a la casa matriz para que evaluaran si dejarlas o cambiarlas por otras.

La forma de comunicarse ahora no era fácil, algunos de los técnicos japoneses hablaban algo de inglés y en todo caso se comunicaban con el personal venezolano por medio de señas o llamaban al señor Takoada. Era cuestión de tiempo para que ellos aprendieran a hablar español o que nosotros aprendiéramos algo de japonés. 

La jornada de trabajo era diferente, comenzábamos a las 9 am hasta las 12 y por la tarde desde la 1pm a las 5 pm. Una novedad de la jornada era que todos los días a las 11 de la mañana, había un receso para que saliéramos al patio a fumar. El señor Ishida que era el jefe del grupo donde estaba Julio, era un gran fumador. Cuando llegaba la hora, paraba cualquier cosa que se estuviera haciendo,  se llevaba la mano derecha a su boca y con los dedos índice y medio como si tuviera agarrado un cigarrillo nos hacía señas y nos decía a todos algo que sonaba más o menos así: (Kisin siká) era el momento de salir 10 minutos para descansar o fumar.

Los aislamientos de asbesto y fibra de vidrio de las tuberías y las válvulas de toda la planta se desmontaron casi en un 70%.  A los seis meses, la mayoría de los técnicos que habían venido de la Kurarai regresaron a su país. En KURAVEN solamente quedamos 12 venezolanos, entre mecánicos y ayudantes, nos dejaron la responsabilidad de limpiar a fondo la planta y pintar en 6 semanas todos los equipos que se habían desmontado. Las instrucciones se recibían del señor Ishida, quien a su vez las transmitía a Takoada, que aun cuando no era nuestro jefe, era el único que podía leer, hablar y escribir en japonés.

Los trabajadores de la KURARAI son muy disciplinados, pacientes y respetuosos, todos llegaban a la empresa con sus uniformes siempre limpios, no utilizaban el calzado de seguridad tradicional con la punta reforzada, ellos tenían unos zapatos que más bien parecían deportivos, su uniforme era una camisa de manga corta y pantalón de tela color gris oscuro. Todos, sin importar la jerarquía que tuviesen portaban como parte del uniforme, una cachucha gris con el logotipo de la empresa, que era una letra “K” grande y en letras rojas. Y por las mañanas antes de comenzar la jornada, todos se reunían en la oficina del jefe principal, para recibir instrucciones.

Un día después de almorzar Julio le ofreció al señor Ishida un mango maduro y grande de los que había traído Carmona de su casa. Ishida lo rechazó gentilmente, pero arrugando la cara y diciendo algo así como: (Skide vanaí) . A Julio le sorprendió que no lo aceptara y por la tarde antes de salir le preguntó a Takoada, que significaba lo que había dicho Ishida cuando rechazó el obsequio. La respuesta fue que “a los japoneses el olor del mango maduro le resultaba desagradable”.

No saben lo que se pierden dijo julio para sus adentros, mientras le clavaba el diente a la concha del sabroso mango.

Pasaron tres años sin novedades, Julio cambió el Fairlane 500 que tantas vainas le echaba por un Plymouth sedan color verde del año 66 que si funcionaba bien.  Carlota tuvo su tercer hijo, que también fue un varón al cual pusieron por nombre Argenis.

Como ahora Julio tenía carro y Carmona también, les resultaba mucho más fácil reunirse con Valera y Pacheco los fines de semana, para tomarse las cervecitas, escuchar música  y sellar el cuadrito del 5 y 6 en el cual tenían puestas muchas de sus esperanzas. Ahora las reuniones de estos amigos ya no eran en el Copacabana, casi siempre era en un lugar diferente en Maracay, y así fue como poco a poco conocieron “Las cuatro esquinas”, “El Ávila”, “El Paraguaná”, “El Alma Llanera” “La Laguna seca”, “El Beer Garden” “La Paella Valenciana” , “El Turpial” y otros buenos lugares de la ciudad. 


Ese fin de semana, se habían puesto de acuerdo para ir con sus respectivas esposas a cenar en “El Rancho de Adilia”, un bar restaurante donde presentaban artistas venezolanos en vivo y que estaba ubicado en la Avenida Bolívar frente a la Catedral de Maracay, pero cuando llegaron el negocio había cerrado por duelo. Había muerto la dueña, la señora Adilia Castillo.







miércoles, 13 de mayo de 2020

Para el lunes, una Campana y un Ducto en láminas galvanizadas.



Cuentos de Julio (9)

La Campana y el Ducto en láminas galvanizadas.
Roberto Rolo Luis.

Ese lunes el personal de la nueva empresa de vigilancia, iba anunciando al departamento de personal a los trabajadores que venían llegando para ser reincorporados. El departamento de personal ya estaba siendo ocupado por los nuevos empleados.

-¿Compraste la guitarra? -preguntó Julio, mientras esperaba que lo llamaran, sentado dentro del carro de Carmona.

-Fui a la Casa Sonora como les dije y vi todas las que tenían en exhibición pero no eran buenas y muy caras. Estando allá unas personas que me vieron revisando las guitarras me dijeron que había otra tienda de artículos musicales en el Centro Comercial CADA, el que queda en la 19 de Abril y allí fue que compre una que me pareció adecuada, bonita y barata. Es una TATAY que es la marca que yo quería, en estos días la bautizamos y la probamos en mí casa.

Los trabajadores que iban pasando a la oficina de personal, al poco rato salían con un carnet distinto en la camisa y una bolsa con dos uniformes diferentes a los que antes se usaban en J.P Kajan, manifestaban que vendrían mañana en turno normal, para la limpieza de la planta y hasta que se pusiera a punto la fábrica. 

A Carmona lo llamaron primero y a Julio lo atendieron como a las 9.30 am, ya estaba cansado de esperar dentro del carro. Lo recibió una secretaria que no había visto antes, era una mujer bajita, delgada y de pelo negro corto. - Siéntese un momento por favor que ya lo va a atender la licenciada Magaly.

Cuando Julio entró a la oficina, estaba sentada frente al escritorio una mujer de lentes bifocales, de unos 50 años, no muy simpática de rostro, algo gordita y de pelo castaño. Tenía abierta sobre el escritorio la carpeta con el expediente de Julio.

-Buen día señor Julio –dijo para comenzar la entrevista, extendió su mano para saludar y añadió, soy la Licenciada Magaly Ortuño la nueva jefa de Relaciones Industriales y he notado que en su expediente faltan algunas cosas.

-¿Qué será lo que falta? –yo cuando comencé traje todo lo que me pidieron.

-Mire aquí no está su libreta militar y además falta su acta de matrimonio y las partidas de nacimiento de sus dos hijos. Y otra cosa que no veo en su expediente son las constancias de estudios que acrediten su preparación como almacenista o como mecánico de primera.

-¿Cuál era el cargo que usted ocupaba efectivamente en esta empresa?

- Yo era el encargado del almacén de repuestos.

-Pero usted tenía un sueldo como mecánico de primera, y eso es algo que bajo esta nueva dirección de relaciones industriales y administración tenemos que definir muy bien. 

-Le explico: almacenista es un cargo de confianza que pertenece a la nómina mensual, es decir la de los empleados de la empresa. Además por la descripción del puesto que ahora tenemos, para ocupar el puesto de almacenista se requiere una calificación académica que usted no acredita en el expediente. Por lo tanto usted será reincorporado como Mecánico de primera y con el mismo sueldo que antes tenía, pero le informo que su desempeño será evaluado permanentemente, para ver si usted cumple con los requisitos. Aquí tiene una copia de la descripción del cargo de mecánico de primera con sus obligaciones, responsabilidades y riesgos, para que la estudie. Traiga mañana una copia de los documentos que faltan y venga a las 8.00 am para entregarle el carnet, el uniforme y presentarlo a su nuevo jefe, que será el ingeniero Federico Osorio.

El trabajo era el mismo que antes, la misma empresa, los mismos turnos, máquinas y procesos. Lo que si había cambiado era el color del uniforme de los mecánicos, que ya no era una braga de color azul, ahora utilizábamos una bata de color gris. También había cambiado el nombre y la forma de comunicación con nosotros. Ahora la empresa se llamaba VENECROM, C.A. Todo se decía por escrito. Las órdenes de trabajo incluían: Nombre y ficha del mecánico, tipo de tarea, la descripción de los materiales empleados, la hora de salida del taller, la hora de inicio y conclusión de la reparación o tarea efectuada, al concluir, esta orden tenía que ser firmada por el supervisor del departamento donde se había realizado. Él era quien ponía la hora de conclusión y sus comentarios sobre el trabajo realizado. Luego cada mecánico debía llevar esa orden de trabajo a la oficina del ingeniero Osorio, donde la señora Blanca computaba los datos y preparaba un informe para el ingeniero. A todos nosotros, tanto los mecánicos como los electricistas nos parecía muy entrabado y burocrático el procedimiento, pero así es como la empresa quería que se hiciera.

El señor Mendoza había regresado también a ocupar su mismo puesto como soldador. El señor Kowalsky no se presentó, por razones de su edad decidió regresar a Alemania a reunirse con sus hijos y nietos. Casi no faltaba nadie, eran los mismos amigos de siempre en el taller.

Comenzando la semana el señor Mendoza recibió una orden escrita del ingeniero Osorio, para que construyera unos ductos y una campana con láminas galvanizadas, que tenían que ser instalados para recoger los gases sobre un tanque por donde pasaba la fibra que venía de las colectoras. La orden de trabajo vino engrapada sobre un plano que solamente señalaba donde se tendrían que instalar los equipos a construir, no había nada de las medidas de los ductos ni de la campana. Además la orden añadía que había que tomar las medidas y planificar la fabricación e instalación de los mismos de tal forma que cumplieran su función, sin molestar ni ocupar el espacio de otras máquinas o procesos.

Mendoza cuando leyó el papel se quedó paralizado, su familia era grande tenía 5 hijos estudiando y una esposa que mantener. El era buen soldador pero eso de calcular o diseñar estructuras siempre lo había realizado el señor Kowalsky.

-Yo no entiendo nada de esta vaina, lo más seguro es que ahora me despidan y busquen a otra persona que si sepa, le dijo con cara de preocupación a Julio.

-No te preocupes, acuérdate que Kowalsky me estuvo enseñando algunas cosas del trazado sobre láminas y yo no lo he olvidado.  Ven, vamos a hablar con el ingeniero y le decimos que los vamos a hacer juntos.

Como el trabajo había sido solicitado con urgencia, el ingeniero Osorio no tuvo otra alternativa y aceptó la propuesta de Julio y Mendoza. Quienes se pusieron a tomar las medidas y a hacer un dibujo a mano, acotando el tamaño de la ductería. Para Julio no fue muy difícil hacer el dibujo que se necesitaba, él había aprendido en sus ratos libres en el almacén a interpretar algunos planos y a desarrollar sobre el papel, ductos, campanas y curvas en láminas de acero galvanizado, lo que aún no hacía muy bien era soldarlas con bronce o con estaño, pero de eso se encargaría el señor Mendoza.

La campana era de forma rectangular y se  tenía que acoplar por su parte superior a un ducto de 35 x 35 cm que tendría una curva de 90 grados, para poder conectarse en otro ducto cuadrado de 40 x 40 cm, que era el que continuaba hacia la chimenea. 

Al día siguiente ya estaban los croquis listos y las láminas sobre el piso para comenzar a trazar las líneas por donde se harían los dobleces y cortes. Los compañeros del taller estaban agradados de ver como se habían integrado Julio y Mendoza, parecía como que siempre hubieran trabajado juntos. Y ese detalle del compañerismo y el trabajo que estaban haciendo también lo valoró el ingeniero Osorio, quien inicialmente no creyó que lo harían bien. 

Todo estuvo listo en una semana, lo instalaron con la ayuda de dos personas más y quedó tan bien hecho, que el nuevo gerente general de la empresa un día en que recorría la planta se paró a tomar varias fotos de la campana y el ducto curvo que había sido construido.

Y así transcurrieron como dos años, cada día los amigos eran más amigos y el trabajo más llevadero. En diciembre Julio se compró un carro usado con unos ahorros que había venido haciendo. Era un Ford  Fairlane 500 de color rojo y blanco del año 1956, lo compró por Bs. 6.500,00 después de regatear bastante con el vendedor, en una venta de vehículos usados que estaba ubicada en la Av. Bolívar de Maracay, en el sentido Oeste – Este, un poco más adelante de la Arepéra Tiuna. Como Julio aun no tenía licencia para conducir ni mucha experiencia, le pidió al vendedor que le hiciera el favor de llevar esa noche el carro hasta su casa. La alegría de Carlota y los muchachos era inmensa, daban vueltas alrededor del carro, abrazaban a Julio y preguntaban, ¿para dónde nos vas a llevar el domingo papá?

Y lamentablemente de nuevo cerró la empresa, otra sorpresa para los trabajadores, ahora si era definitivo. Unos dicen que fue por mala administración y otros que por falta de mercado para las fibras, lo cierto es que Julio y varios de sus amigos se tuvieron que ir a trabajar a Valencia, en la empresa Celanese, donde se estaba concluyendo el montaje y la ampliación de una planta para hacer fibras de acetato y otras que se utilizaban para hacer los filtros para los cigarrillos.


(Esta experiencia continuará en el próximo cuento…)

lunes, 11 de mayo de 2020

Ejercicio de imaginación (2)


¿Como será el mundo después de la pandemia?
Roberto Rolo Luis.

La verdad es que nadie lo sabe, pero tengamos presente que ha aumentado el uso de la tecnología con el tele trabajo y las reuniones ahora se hacen por vídeo llamadas. Las actividades como festivales de música o las proyecciones en el cine están paralizadas, igual que las competencias deportivas de asistencia masiva, como los Juegos Olímpicos de Tokio. Esto en mi opinión, significa la nueva cultura y una buena parte de los cambios que tendremos que aceptar.


miércoles, 6 de mayo de 2020

"Como será el mundo después de la pandemía"

"Como será el mundo después de la pandemía"
(Ejercicio de imaginación)

Yo no lo se, pero creo que lo que quizá no vuelva nunca a su situación anterior será el poder económico de algunos países, y la política de como gestionar las sociedades.

Crisis como esta son las que fomentan la centralización del poder, porque es la única manera en que las sociedades pueden sobrevivir. Será muy difícil despojar de ese poder a quienes lo han acumulado durante la crisis, ya que son los que pueden decir que fue gracias a su habilidad y conocimientos que se evitó lo peor. (continuará)


martes, 5 de mayo de 2020

Disculpe, estoy en el Taller.


Los Cuentos de Julio 

Disculpe, estoy en el Taller. (8)
Roberto Rolo Luis.

Ya habían transcurrido seis meses desde que Julio había comenzado a trabajar en la empresa “J.P. Kaján, c.a”.  Se había consolidado en el cargo de almacenista y también había comenzado a tener amigos. 


Como las máquinas eran nuevas, no era mucha la demanda de repuestos y el trabajo en el almacén se tornaba aburrido por no ser una actividad constante, fue por eso que Julio comenzó a visitar el taller mecánico, el cual estaba ubicado en el mismo pasillo donde estaba el almacén. En estas visitas Julio se ponía a ver de cerca lo que hacían los mecánicos, para aprender y ayudar si era posible. Cada vez que salía del almacén cerraba la ventanilla de los despachos y colgaba un cartelito de cartón en la puerta, que decía: “Disculpe, estoy en el Taller”.


En el taller conoció a los señores: Valera, Pacheco, Martínez, Salas, Maraver y Carmona, que eran mecánicos que conocían muy bien las maquinas, ya que habían trabajado en las tareas de montaje y se habían quedado para su mantenimiento.


Entrando a la derecha del taller funcionaba un área de soldadura, donde estaban el señor Kowalsky de origen alemán y que era el soldador especialista, con él trabajaba como ayudante  el señor Mendoza que era de Guíria. Ellos hacían soldaduras de argón, autógenas o eléctricas según fuera él caso. El señor Kowalsky tenía muchos años de experiencia en soldaduras de alta precisión y sobre todo lo hacía muy bien cuando tenía que trabajar en lugares de difícil acceso y con acero inoxidable.


El señor Carmona era de la Guaira, era también un mecánico de primera pero especializado en tareas de ajustes. Además cumplía labores como Supervisor de la “Casa de Fuerza” donde estaba la planta de tratamiento de aguas, 4 calderas a gas y 6 compresores rotativos que generaban durante las 24 horas, el vapor y el aire comprimido necesario para los procesos.


El señor Maraver era Margariteño y era el de más edad, y aunque estaba en la nómina como un mecánico de primera, él solamente se encargaba del afilado de las cuchillas de corte para la fibra, una función del proceso que se realizaba de manera automática antes de ir al empaque final. Este era un trabajo de alta precisión, que se hacía con máquinas especiales en un espacio que estaba acondicionado dentro de la planta. Pero el señor Maraver aunque no estuviese reparando ninguna máquina,  era un mecánico y un buen compañero más.


El cartelito colgado en la puerta del almacén, había sido visto muchas veces por el Jefe de Julio y el señor Alfred Kraus, Gerente de la empresa.


-¿A usted como que no le gusta mucho el trabajo en el almacén, ya son muchas las veces que lo veo aquí por el taller? - Que le pasa, le preguntó el jefe.


-Si me gusta el trabajo ingeniero, pero allá encerrado en el deposito no estoy aprendiendo nada, pasa mucho tiempo entre un despacho y otro, fíjese que hoy solamente he entregado en la mañana seis pliegos de lija 2000 al señor Malaver y  un galón de fondo anticorrosivo esta tarde al señor Mendoza. A mí me gustaría aprender otras cosas y conocer mejor la empresa donde estoy trabajando, para sentirme más integrado.


- Está bien Julio, mañana en la mañana cuando este desocupado pase por mi oficina que le voy a explicar que es lo que se hace en esta empresa. Y al día siguiente, sobre varios de los planos que estaban desplegados en las paredes, el ingeniero le fue explicando a todos los procesos, donde se iniciaba cada uno y en qué consistía: Le dijo que las fibras de poliéster que fabricaban se utilizaban en la industria textil para mezclarlas con fibras de algodón y así darle otras propiedades a los tejidos.  Le habló y le fue señalando la Planta de tratamiento de Aguas, la Casa de Fuerza, los departamentos de Policondensación. Polimerización, Laminado, Planta de Chips, Fileras de Extrusión, Apresto, Estirado, Crimpado, Corte de fibras y Empacado. 

La reunión duró un poco más allá del mediodía y como era hora de almorzar, el ingeniero le dijo a Julio que se quedara para seguir conversando y comerse un trozo de una Pizza que había traído de su casa. Comieron y hablaron de muchas cosas de la empresa y de la familia de cada uno, y cuando llegó la hora de seguir trabajando el ingeniero le dijo: -mañana vamos a hacer un recorrido por toda la planta para que la vea trabajando, así tendrá la oportunidad de preguntar cualquier cosa que hoy no le haya quedado clara. Tome, llévese para el Almacén este Manual de Operaciones, para que lo vaya viendo en sus ratos libres, y cuídelo!


Julio estaba muy motivado con el trato recibido por parte de su jefe. ¿Y qué almorzaste hoy? – le preguntó Carlota cuando llegó a la casa, y Julio le echó todo el cuento de ese día.


-Este recorrido será largo así que ponga el cartelito en la puerta del almacén y añada con un marcador el número de mi  localizador, para que nos llamen si hace falta. En tres horas recorrieron la planta de arriba abajo. Para Julio era una experiencia muy grande poder pasear por todas esas instalaciones en el edificio de la planta de Polimerización, que tiene cuatro pisos, y donde solamente se ven manómetros y tuberías recubiertas con fibra de vidrio y se escuchan los ruidos del vapor y los fluidos del proceso. Después bajaron a ver los departamentos de extrusión y  fileras, se fueron al de colectoras y a la planta de estirado, que es un área totalmente distinta, muy iluminada y que además cuenta con aire acondicionado permanente para mantener la humedad de las fibras. De regreso pasaron por los laboratorios, para que Julio pudiera apreciar los instrumentos con los que se realizaban las pruebas químicas y físicas a los distintos procesos.


-¿Estás cansado? –preguntó el ingeniero. Veo que vienes caminado con dificultad.


-Estoy bien no se preocupe, es que el calzado de seguridad me molesta un poco en la punta, pero ya me los voy a quitar. Muchas gracias por su tiempo y toda la explicación que me dio, hoy aprendí bastante. Ahora si se para que sirve mi trabajo.


Los sábados para completar la jornada de las 44 horas semanales,  se trabajaba  desde las 8 am hasta el mediodía.  Después de cobrar el sueldo, era costumbre de los mecánicos  salir juntos a tomarse unas cervezas y sellar un cuadrito del “5 y 6” para probar suerte. El lugar de reunión que más frecuentaban era el “Bar Copacabana” el que estaba ubicado en la calle Carabobo después de pasar el canal. Este negocio era atendido por  Agostinho, un señor portugués, que servía con cada ronda de cervezas bien frías, los vasos nuevos y un platico con sardinas acabadas de freír. Allí mismo se podía sellar el cuadrito del 6 y 6 que casi siempre era de 16 bolívares, que ponían entre todos a partes iguales.


-Julio ven con nosotros que vamos a tomarnos unas cervezas, dijo Carmona.

-Lo que pasa es que yo ando en bicicleta.

-Eso no importa, ven y la metemos en la maleta del carro que es bastante grande.

Ese sábado iban en el carro: Pacheco, Valera, Mendoza, Carmona y Julio, y estuvieron como hasta las 6 de la tarde escuchando música de la Rockola, se tomaron un poco más de una caja de cerveza Zulia y disfrutaron de la música y de las sardinas fritas.  Durante esa tarde cada uno fue hablando de su familia, de los trabajos anteriores que había tenido y de las cosas que les gustaba hacer cuando no trabajaban. Casi todos coincidieron en que les gustaba la música, el 5 y 6, el juego de dominó y las bolas criollas, Carmona agregó que a él le gustaba tocar la guitarra y el cuatro, y que un día los invitaría a su casa para que conocieran su familia y lo escucharan. Y así fue.


La casa de Carmona estaba en la parte alta del Limón, un poco más arriba de la sede de los Acuarianos, rumbo al callejón “El Piñal” el clima por las noches era frío ya que por detrás de la casa pasaba el cauce de un río que venía de las montañas del “Parque Henry Pittier”.  La primera vez que se reunieron, María la esposa de Carmona había preparado un sancocho de pescado y tostones de plátanos verdes, la casa olía a gloria con esa sopa. Valera y Mendoza aprovechando que Carmona se había puesto a afinar la guitarra, bajaron hasta una bodega que estaba cerca y compraron una caja de cerveza Zulia y una bolsa de hielo. 

Carmona no era en realidad un experto tocando la guitarra o el cuatro, pero era el único del grupo que lo hacía y que además lo disfrutaba. Esa noche después de afinar la guitarra, que fue fabricada en china, la primera canción que tocó y cantó fue una que dice: …“Tardes de Naiguatá que cuando el sol se aleja. La arena de la playa con su luz va tiñendo de plata. Y lejos el azul de las aguas tranquilas. Parece que murmuraran una canción de amor”… y la verdad es que nos gustó a todos. Estábamos en plena celebración, cuando de repente llegó un señor trigueño bastante alto, y con señales de haberse tomado ya varios tragos, traía en la mano unos bongos. Efraín Acacio un cuñado de Carmona que vivía cerca, que había escuchado la música y decidió acercarse.


Todo en la empresa siguió igual durante un poco más de un año: una rutina de trabajar de lunes a sábado, compartir las cervecitas, escuchar los chistes nuevos y estar atentos a los favoritos para el juego de caballos. El grupo se fue cohesionando y cada día eran más amigos, las familias ya se conocían entre ellas, y las reuniones ya no eran en el Copacabana, sino que se realizaban de manera alternativa en las casas de cada uno y casi siempre asistían las esposas. Carmona ahora no soltaba la guitarra ni el cuatro para nada, los viernes por la mañana antes de salir para el trabajo los metía en el carro para llevarlos a la reunión de esa semana, o por si salía un “toque inesperado”.


El lunes cuando Julio iba llegando con su bicicleta a la empresa, vio que todos el personal estaba parado en la puerta.

-¿Qué pasó? -le preguntó a Valera.

–Según parece la empresa quebró y nos van a liquidar a todos. El vigilante dice que esperemos, que habrá una reunión con la gerencia y el jefe de Relaciones Industriales.

-Buenos días, debo informarles que la empresa “J.P. Kajan, c.a”. ha dejado de funcionar y vendió sus acciones a “Fibras Sintéticas Venezolanas, c.a” quien asumirá la dirección y la gerencia de esta empresa a partir de mañana. A todos ustedes les serán canceladas las prestaciones sociales este viernes, incluyendo el pago del pre aviso a los que decidan irse. Los que deseen continuar deberán manifestarlo por escrito, llenando esta carta modelo. Entrarán como nuevos trabajadores y no necesariamente ocuparán  el mismo cargo que antes tenían. El estilo de dirección y las evaluaciones del desempeño de cada uno de ustedes será llevado de un modo diferente. Otra cosa que debo informar es que yo no voy a continuar al frente de  Relaciones Industriales. El lunes se sabrá quién me sustituye.


-El grupo de los mecánicos se fue a asimilar la noticia para el quiosco de la señora Francisca que estaba al frente de la empresa, allí estuvieron evaluando lo que habían escuchado y decidiendo lo que iban a hacer. La conclusión de la mayoría fue que era mejor cobrar el dinero de las prestaciones y seguir trabajando para una empresa que ya conocían. Recordaban que no había sido fácil para ninguno de ellos haber conseguido ese trabajo. Pacheco fue el único que no estuvo de acuerdo y les dijo: - amigos lamento no poder seguir con ustedes, yo voy a cobrar mi plata para terminar de montar un taller de herrería en el garaje de mi casa.


Después de que todos habían comentado lo que pensaban de la situación y como los afectaba,  Carmona les
dijo: -compañeros nos vemos el lunes temprano. Me voy para el centro de Maracay a visitar la “La Casa Sonora”  a ver si puedo comprar la Guitarra “Tatay” de la que tanto les he hablado. ¿Quiénes vienen conmigo? (… Continuará)