Cuentos de
Julio.
Una promesa al
Doctor José Gregorio Hernández. (6)
Roberto Rolo
Luis.
23/04/20
No fue fácil aprender a tocar el Güiro, ni las maracas
ni las claves, Julio nunca en su vida había tocado un instrumento distinto al
vernier o el micrómetro que utilizaba algunas veces en su trabajo. Pero de todo
se aprende en la vida si uno quiere, se decía a sí mismo, para darse ánimo.
Después del ensayo de la guaracha de Ariel, llamó a su amigo
el flaco Alberto y le preguntó:
-¿Cómo estuve?
-Mal Julio, estabas completamente atravesado en el ritmo y para
completar cuando la pieza terminó seguiste dándole al Güiro automáticamente como
si nada. Los muchachos me dijeron que te enseñara o que no te invitara más a los
ensayos. ¿Qué dices?
-Lo siento Alberto, explícame que puedo hacer que yo le pongo
empeño y aprendo. Esta fue la primera vez que agarré un instrumento musical y
por eso fue que salió tan mal.
-Mira Julio, te voy a prestar este Güiro para lo lleves para
tu casa y trates de acompañar la música que pongan en la radio. Fíjate bien en
el sonido de los instrumentos y trata de memorizar como es que suenan el Güiro y
las Maracas, para que la próxima vez lo hagas mejor. Desde ese día Julio
ensayaba en el patio de su casa escuchando y acompañando los boleros y
guarachas que sonaban por radio América. Y así fue como aprendió.
En el segundo ensayo no hubo muchas quejas y hasta le
facilitaron las maracas para acompañar unos
boleros. Julio ya se veía tocando los bongós y las
tumbadoras, los dos instrumentos que más le agradaban del conjunto por sus
sonidos.
El primer hijo de Julio y Carlota ya tenía que ser bautizado
y decidieron ponerle el nombre de Federico Adrián. Federico porque era bonito y
Adrián porque era el nombre del señor que les estaba construyendo las paredes
de la casa. Un albañil de muy buen carácter, trabajador y responsable en todas las cosas que hacía.
Para Madrina no hubo que pensar mucho, hablarían con Margarita
la hermana de Carlota y como Padrino buscarían al nuevo médico de la empresa
que ahora era el doctor Martínez, ya que el doctor Márquez se había retirado
para hacer una especialización como endocrinólogo.
Cuando Julio le pidió al doctor Martínez que fuese el padrino de Federíco se
mostró agradado, y así fue como un domingo en la mañana bautizaron a Federíco
Adrián en la iglesia del 23 de Enero. El bautizo lo realizó el padre Juan José,
que fue el mismo sacerdote que había oficiado el matrimonio de Julio y Carlota.
Después de la ceremonia todos se fueron para la casa y Carlota les sirvió un dulce
de higos en almíbar.
Cuando Federico Adrián tenía como dos años, Julio instaló un
asiento adicional, seguro y bien acolchado sobre el tubo de la bicicleta que
usaba para ir al trabajo, y así poder sacar a pasear a su hijo. Al niño le
gustaba cada vez que su papá lo llevaba a dar unas vueltas por las calles del
barrio. Y así transcurría la vida, entre el trabajo, la lectura, los amigos, la
música y los paseos con su hijo cada vez que el turno lo permitía.
Un día por la mañana después de servir el desayuno, Carlota
con cara de serenidad, le dijo a Julio:
-Termina de comer que te quiero decir una cosa, y es una
sorpresa.
-Julio pensó: a lo mejor me compró unos bongós por mi
cumpleaños.
-¿No sabes que es lo que te quiero decir?
-Nada de nada Carlota, yo no sé de qué se trata, pero por tu
cara me imagino que será algo muy bueno.
-¡Estoy embarazada!.
-Julio pegó un brinco en la silla: ¿Y desde cuándo?
- Hace como un mes.
Julio la abrazó con ternura y juntos en el comedor de la
casa, dieron las gracias a Dios por esta nueva bendición y responsabilidad que
les concedía. Pero como todo no puede
ser felicidad para los pobres, a los
cuatro meses a Carlota le dio Rubeola.
-Ese día cuando Julio regresó del trabajo vio a su mujer
preocupada, y le preguntó:
- ¿Qué te pasa? ¿Fuiste al Seguro? ¿Cómo te fue con el médico
esta mañana?
Carlota se puso a llorar y lo abrazó: El doctor dice que la
Rubeola es una enfermedad muy peligrosa para las mujeres que están embarazadas,
y nos recomienda realizar un aborto para evitar traer al mundo un niño con
defectos que pueden ser muy importantes durante su vida.
Después de un largo silencio, para poder asimilar esa desagradable
información, Julio le dijo: Mira Carlota, mañana por la mañana voy a conversar
con el médico de la empresa a ver qué me dice, él es un buen doctor.
En la
conversación que sostuvieron, el doctor Martínez estuvo de acuerdo con la recomendación
de abortar. Compadre, le dijo, ustedes son jóvenes y seguramente tendrán más
familia, pero el riesgo de tener un hijo con deformaciones a consecuencia de la
Rubeola es muy alto.
Ahora Julio si estaba preocupado de verdad.
-Papá, me está pasando esto (y le contó la situación y lo que
habían dicho los médicos)
-Hijo de estas cosas los que saben son los médicos, para eso estudian. Ellos se preparan durante su carrera para poder resolver los casos
que se presentan. Yo lamento lo que les pasa y me duele mucho, pero no puedo
decirte nada más.
-Mamá, nos está pasando esto (y le contó la situación y lo
que habían dicho los médicos)
Con lágrimas en los ojos su mamá lo abrazó y le dijo: Julio
es duro lo que les está pasando, pero como quieres que te aconseje. Solamente
te voy a hacer tres preguntas que te ayudarán a tomar cualquier decisión:
¿Qué te dice el corazón que debes hacer?
¿Has puesto en las manos de Dios la decisión que van a tomar?
¿Lo que está en el vientre de Carlota es una persona? ¿Es un
hijo de Dios?
Le dio un beso en la frente y le dijo: hijo anda para tu casa
y piensa bien en lo que te he dicho y después actúa.
Esa noche Julio no pudo
dormir y en la mañana apenas se levantó de la cama le dijo a Carlota: “Nosotros
no vamos a matar a nuestro hijo, si Dios nos lo mandó nosotros lo recibimos sin
ninguna reserva. Nada de aborto, nada de miedo, nuestro hijo o hija nacerá sano
y salvo ya lo vas a ver”. ¿Estás de acuerdo?
¡Claro que sí, dijo Carlota! y en ese mismo momento le hicieron una promesa
al doctor José Gregorio Hernández para que la protegiera durante todo el
proceso y para que su hijo naciera bien. La promesa fue que llevarían al niño y
un ramo de Gladiolas blancas a su tumba, en el Cementerio General del Sur en
Caracas. El proceso del embarazo continuó de forma normal, sin que se
presentara ningún problema.
El dinero no alcanzaba, las medicinas, la ropa, la comida y un
nuevo hijo a punto de llegar hacían que la vida de Julio y su esposa se hicieran
difíciles. Las presentaciones con el conjunto musical no daban económicamente para
nada, por el contrario generaban más gastos. En un año solamente habían tocado
cinco veces: En el Club Hispano de Villa de Cura, en una fiesta de quince años,
en los Carnavales del 23 de Enero, en un Night Club de mala muerte llamado “Puerta
Negra” ubicado en la Carretera hacia Palo Negro, y también tuvieron una presentación en el Club
de Cadafe, que estaba ubicado en la calle 19 de Abril, junto a la Plaza de
Toros. Trasnochos y ensayos. Ensayos y trasnochos para no ganar nada. Menos mal
que Julio había aprendido a tocar un poco los bongós y las tumbadoras que era
su sueño.
Mañana mismo voy a solicitar a mi jefe un aumento de sueldo o
un cambio para otro departamento donde pueda ganar más. Yo tengo varios cursos
del INCE y he demostrado que soy puntual y responsable con mi trabajo, estoy
seguro que si planteo bien mi caso lo voy a lograr. Pero a Julio ni lo aumentaron, ni
lo cambiaron de departamento. Nunca
se imaginó que esa sería la respuesta de la empresa donde había puesto tanto
empeño, por eso ese mismo día renunció a su trabajo, salió de la oficina donde
había solicitado el aumento, se cambió de ropa, agarró su bicicleta y se fue
para el 23 de enero, sin ni siquiera marcar la tarjeta de salida de la fábrica.
Manuel el hermano de Julio, trabajaba como mecánico de
mantenimiento en TUBINCA una empresa de San Vicente que se dedicaba a la
fabricación de tubos y conos de cartón para la industria textil. Cuando supo
que Julio se había quedado sin trabajo le dijo, hermano allá en TUBINCA están buscando
una persona para supervisor, y yo creo que tú tienes las condiciones para ese
puesto. ¿Por qué no vas mañana temprano y llevas tus papeles? Pregunta por el
señor Pánfilo que es el gerente y hablas con él. Y así fue como después de la
entrevista Julio comenzó a trabajar como supervisor de producción en esta
empresa, donde la mayor parte del personal eran mujeres.
El trabajo no era fácil ya que era nuevo en la empresa, no
conocía a las personas y además entraba ocupando un puesto de supervisor que
varios de los trabajadores antiguos creían merecer. Pero Julio lo fue llevando con
calma y con su don de gente y su manera serena y amable de comunicarse, se fue
ganando la confianza y la aceptación de sus compañeros.
El señor Pánfilo estaba contento y cada vez llegaba más tarde y delegaba nuevas
funciones en Julio, es cierto que el sueldo era un poco mejor que el que tenía
en la Corrugadora, pero las funciones y responsabilidades eran muchas.
Supervisar personal femenino, revisar las tareas de mantenimiento, manejar el
montacargas, realizar despachos de productos terminados, recibir materias
primas y además, pagar la nómina los sábados, resultaba agotador. Pero trabajo
es trabajo, decía Julio para sus adentros, mientras pensaba en su hijo, en su
esposa y el embarazo.
Y llegó el momento. Ese día por la mañana Carlota se fue sola
al hospital y desde allá llamó a Julio para decirle que estaba esperando el
parto, que no se preocupara, que ella estaba bien y que al niño lo había dejado
en la casa de su hermana. Y esa misma tarde nació en el hospital del Seguro Social de
San José un niño varón, sano, grande y lindo. Al segundo día ya estaban ambos tranquilos
en la casa. Le pusieron por nombre Rafael Antonio. Rafael, por el artista plástico
del renacimiento y Antonio por un buen ayudante y amigo que tuvo Julio en la
Corrugadora de Cartón. Los padrinos fueron la mamá de Julio y el señor Felipe,
que ya era el tío y padrino de Julio.
Rafael Antonio creció sanamente y apenas cumplió su primer
año Carlota y Julio lo llevaron un domingo junto con Federico, a cumplir la
promesa de visitar la tumba del Dr. José Gregorio Hernández. La docena de Gladiolas
blancas que estaban ofrecidas las compraron en la Floristería “Las Azucenas”,
que está en la esquina de la Calle el Carmen en la avenida principal del
Cementerio. Los tallos de las flores los envolvieron ese día con un papel verde
y con cinta adhesiva. Llegaron al lugar caminando un buen trecho por las calles
internas del cementerio y estuvieron frente a la tumba varios minutos en total
recogimiento. Oraron y dieron gracias a Dios por el favor recibido y se regresaron
al terminal del Nuevo Circo para tomar temprano la camioneta de la línea 1º de
Mayo, que los traería de regreso a Maracay. El viaje era duro para los dos
niños.
Ahora el trabajo en la empresa se estaba poniendo
desagradable, muchas exigencias del señor Pánfilo y un comportamiento de su
parte, que relajaba la moral de los empleados de la empresa. En la nómina habían
dos hermanas, Berta y Fabiola que
trabajaban como ayudantes generales, es decir que se esperaba de ellas que
pudiesen trabajar en cualquiera de los procesos o maquinas donde hicieran
falta. Berta era una mujer obediente y eficiente en todas las tareas que se le
asignaban, pero Fabiola era todo lo contrario, respondona, floja y negligente.
Julio pudo observar que el señor Pánfilo siempre se paseaba pavoneándose con un tabaco en la boca por la planta y que se quedaba por los alrededores de la maquina
donde Fabiola estuviera trabajando, estaba claro que algo se traía con ella. Un
día como a las 10 de la mañana, Julio vio que la muchacha fue y se cambió de
ropa sin pedir permiso, para salir con el señor Pánfilo en su carro. Regresaron
como a las dos de la tarde y Fabiola se quedó un buen rato en la oficina. Este
comportamiento se repitió varias veces y era el chisme de todos en la planta.
Fabiola asumió frente a Julio un comportamiento de confrontación y rebeldía.
Un
día en que le ordenó desplazarse a la máquina de conos para que ayudara a sus
compañeras, la respuesta de Fabiola fue que ella no iba para allá y que si no
le gustaba que se lo dijera al señor Pánfilo. Se sentía la protegida del jefe y
como resultado, el resto de las mujeres de la planta ya estaban asumiendo un
comportamiento similar frente a Julio, decían que él no era supervisor ni su jefe, que el único jefe de la empresa era
el señor Pánfilo.
-Señor Pánfilo me gustaría hablar con usted un momento de
algo que está pasando. (Y Julio le contó sobre el comportamiento de Fabiola y
lo que estaba pasando con el resto del personal, al ver la relación que ellos abiertamente
tenían. Señor Pánfilo, por qué mejor no la retira de la empresa y la lleva para
su casa, le dijo para finalizar)
Pánfilo era uno de esos españoles engreídos, mandones y soberbios,
que se creía superior y que por lo tanto podía hacer lo que le viniera en gana.
Para él todos los empleados eran unos esclavos y le debían guardar pleitesía y
respeto.
-¡Usted no es nadie para meterse en mi vida privada!, gritó como
respuesta. Yo soy el jefe de esta empresa y aquí se hace lo que yo digo y
punto. Si salgo con alguna de las obreras cuando a mí me da la gana eso asunto mío y de nadie
más. Usted ocúpese de sus cosas y no se meta donde no lo llaman.
A Julio nunca le habían hablado de una manera tan
insolente y grosera.
-Mire señor Pánfilo yo exijo respeto y bajo estas
condiciones no puedo trabajar más con usted. Renuncio a mi empleo.
-¡Usted no puede renunciar, eso lo decido soy yo!. Le gritó
de nuevo.
-A Julio se le subió la temperatura y le dijo: ¿Qué yo no
puedo renunciar? ¡Qué bolas tiene usted! Y diciendo esto, con el manojo de las llaves
de la empresa que tenía en sus manos, le dio un golpe tan fuerte al escritorio que
se rompió el vidrio. Y le dijo: !Esa es mi renuncia, agarre sus llaves!. Y le
dio la espalda.
-¡Te vas a arrepentir de esto toda tu vida!, le gritó Pánfilo.
-¡El coño de tu madre es el que se va a arrepentir! Le dijo
Julio. Y cuando cerró la puerta, le dio tan duro, que rompió el vidrio también.
Y se fue de la empresa sin hablar con nadie sobre lo que
había pasado.
Esto continuará…
1 comentario:
Me encantoooo!! Espero ansiosa la segunda parte!!! Bravo!
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