miércoles, 13 de mayo de 2020

Para el lunes, una Campana y un Ducto en láminas galvanizadas.



Cuentos de Julio (9)

La Campana y el Ducto en láminas galvanizadas.
Roberto Rolo Luis.

Ese lunes el personal de la nueva empresa de vigilancia, iba anunciando al departamento de personal a los trabajadores que venían llegando para ser reincorporados. El departamento de personal ya estaba siendo ocupado por los nuevos empleados.

-¿Compraste la guitarra? -preguntó Julio, mientras esperaba que lo llamaran, sentado dentro del carro de Carmona.

-Fui a la Casa Sonora como les dije y vi todas las que tenían en exhibición pero no eran buenas y muy caras. Estando allá unas personas que me vieron revisando las guitarras me dijeron que había otra tienda de artículos musicales en el Centro Comercial CADA, el que queda en la 19 de Abril y allí fue que compre una que me pareció adecuada, bonita y barata. Es una TATAY que es la marca que yo quería, en estos días la bautizamos y la probamos en mí casa.

Los trabajadores que iban pasando a la oficina de personal, al poco rato salían con un carnet distinto en la camisa y una bolsa con dos uniformes diferentes a los que antes se usaban en J.P Kajan, manifestaban que vendrían mañana en turno normal, para la limpieza de la planta y hasta que se pusiera a punto la fábrica. 

A Carmona lo llamaron primero y a Julio lo atendieron como a las 9.30 am, ya estaba cansado de esperar dentro del carro. Lo recibió una secretaria que no había visto antes, era una mujer bajita, delgada y de pelo negro corto. - Siéntese un momento por favor que ya lo va a atender la licenciada Magaly.

Cuando Julio entró a la oficina, estaba sentada frente al escritorio una mujer de lentes bifocales, de unos 50 años, no muy simpática de rostro, algo gordita y de pelo castaño. Tenía abierta sobre el escritorio la carpeta con el expediente de Julio.

-Buen día señor Julio –dijo para comenzar la entrevista, extendió su mano para saludar y añadió, soy la Licenciada Magaly Ortuño la nueva jefa de Relaciones Industriales y he notado que en su expediente faltan algunas cosas.

-¿Qué será lo que falta? –yo cuando comencé traje todo lo que me pidieron.

-Mire aquí no está su libreta militar y además falta su acta de matrimonio y las partidas de nacimiento de sus dos hijos. Y otra cosa que no veo en su expediente son las constancias de estudios que acrediten su preparación como almacenista o como mecánico de primera.

-¿Cuál era el cargo que usted ocupaba efectivamente en esta empresa?

- Yo era el encargado del almacén de repuestos.

-Pero usted tenía un sueldo como mecánico de primera, y eso es algo que bajo esta nueva dirección de relaciones industriales y administración tenemos que definir muy bien. 

-Le explico: almacenista es un cargo de confianza que pertenece a la nómina mensual, es decir la de los empleados de la empresa. Además por la descripción del puesto que ahora tenemos, para ocupar el puesto de almacenista se requiere una calificación académica que usted no acredita en el expediente. Por lo tanto usted será reincorporado como Mecánico de primera y con el mismo sueldo que antes tenía, pero le informo que su desempeño será evaluado permanentemente, para ver si usted cumple con los requisitos. Aquí tiene una copia de la descripción del cargo de mecánico de primera con sus obligaciones, responsabilidades y riesgos, para que la estudie. Traiga mañana una copia de los documentos que faltan y venga a las 8.00 am para entregarle el carnet, el uniforme y presentarlo a su nuevo jefe, que será el ingeniero Federico Osorio.

El trabajo era el mismo que antes, la misma empresa, los mismos turnos, máquinas y procesos. Lo que si había cambiado era el color del uniforme de los mecánicos, que ya no era una braga de color azul, ahora utilizábamos una bata de color gris. También había cambiado el nombre y la forma de comunicación con nosotros. Ahora la empresa se llamaba VENECROM, C.A. Todo se decía por escrito. Las órdenes de trabajo incluían: Nombre y ficha del mecánico, tipo de tarea, la descripción de los materiales empleados, la hora de salida del taller, la hora de inicio y conclusión de la reparación o tarea efectuada, al concluir, esta orden tenía que ser firmada por el supervisor del departamento donde se había realizado. Él era quien ponía la hora de conclusión y sus comentarios sobre el trabajo realizado. Luego cada mecánico debía llevar esa orden de trabajo a la oficina del ingeniero Osorio, donde la señora Blanca computaba los datos y preparaba un informe para el ingeniero. A todos nosotros, tanto los mecánicos como los electricistas nos parecía muy entrabado y burocrático el procedimiento, pero así es como la empresa quería que se hiciera.

El señor Mendoza había regresado también a ocupar su mismo puesto como soldador. El señor Kowalsky no se presentó, por razones de su edad decidió regresar a Alemania a reunirse con sus hijos y nietos. Casi no faltaba nadie, eran los mismos amigos de siempre en el taller.

Comenzando la semana el señor Mendoza recibió una orden escrita del ingeniero Osorio, para que construyera unos ductos y una campana con láminas galvanizadas, que tenían que ser instalados para recoger los gases sobre un tanque por donde pasaba la fibra que venía de las colectoras. La orden de trabajo vino engrapada sobre un plano que solamente señalaba donde se tendrían que instalar los equipos a construir, no había nada de las medidas de los ductos ni de la campana. Además la orden añadía que había que tomar las medidas y planificar la fabricación e instalación de los mismos de tal forma que cumplieran su función, sin molestar ni ocupar el espacio de otras máquinas o procesos.

Mendoza cuando leyó el papel se quedó paralizado, su familia era grande tenía 5 hijos estudiando y una esposa que mantener. El era buen soldador pero eso de calcular o diseñar estructuras siempre lo había realizado el señor Kowalsky.

-Yo no entiendo nada de esta vaina, lo más seguro es que ahora me despidan y busquen a otra persona que si sepa, le dijo con cara de preocupación a Julio.

-No te preocupes, acuérdate que Kowalsky me estuvo enseñando algunas cosas del trazado sobre láminas y yo no lo he olvidado.  Ven, vamos a hablar con el ingeniero y le decimos que los vamos a hacer juntos.

Como el trabajo había sido solicitado con urgencia, el ingeniero Osorio no tuvo otra alternativa y aceptó la propuesta de Julio y Mendoza. Quienes se pusieron a tomar las medidas y a hacer un dibujo a mano, acotando el tamaño de la ductería. Para Julio no fue muy difícil hacer el dibujo que se necesitaba, él había aprendido en sus ratos libres en el almacén a interpretar algunos planos y a desarrollar sobre el papel, ductos, campanas y curvas en láminas de acero galvanizado, lo que aún no hacía muy bien era soldarlas con bronce o con estaño, pero de eso se encargaría el señor Mendoza.

La campana era de forma rectangular y se  tenía que acoplar por su parte superior a un ducto de 35 x 35 cm que tendría una curva de 90 grados, para poder conectarse en otro ducto cuadrado de 40 x 40 cm, que era el que continuaba hacia la chimenea. 

Al día siguiente ya estaban los croquis listos y las láminas sobre el piso para comenzar a trazar las líneas por donde se harían los dobleces y cortes. Los compañeros del taller estaban agradados de ver como se habían integrado Julio y Mendoza, parecía como que siempre hubieran trabajado juntos. Y ese detalle del compañerismo y el trabajo que estaban haciendo también lo valoró el ingeniero Osorio, quien inicialmente no creyó que lo harían bien. 

Todo estuvo listo en una semana, lo instalaron con la ayuda de dos personas más y quedó tan bien hecho, que el nuevo gerente general de la empresa un día en que recorría la planta se paró a tomar varias fotos de la campana y el ducto curvo que había sido construido.

Y así transcurrieron como dos años, cada día los amigos eran más amigos y el trabajo más llevadero. En diciembre Julio se compró un carro usado con unos ahorros que había venido haciendo. Era un Ford  Fairlane 500 de color rojo y blanco del año 1956, lo compró por Bs. 6.500,00 después de regatear bastante con el vendedor, en una venta de vehículos usados que estaba ubicada en la Av. Bolívar de Maracay, en el sentido Oeste – Este, un poco más adelante de la Arepéra Tiuna. Como Julio aun no tenía licencia para conducir ni mucha experiencia, le pidió al vendedor que le hiciera el favor de llevar esa noche el carro hasta su casa. La alegría de Carlota y los muchachos era inmensa, daban vueltas alrededor del carro, abrazaban a Julio y preguntaban, ¿para dónde nos vas a llevar el domingo papá?

Y lamentablemente de nuevo cerró la empresa, otra sorpresa para los trabajadores, ahora si era definitivo. Unos dicen que fue por mala administración y otros que por falta de mercado para las fibras, lo cierto es que Julio y varios de sus amigos se tuvieron que ir a trabajar a Valencia, en la empresa Celanese, donde se estaba concluyendo el montaje y la ampliación de una planta para hacer fibras de acetato y otras que se utilizaban para hacer los filtros para los cigarrillos.


(Esta experiencia continuará en el próximo cuento…)

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