martes, 5 de mayo de 2020

Disculpe, estoy en el Taller.


Los Cuentos de Julio 

Disculpe, estoy en el Taller. (8)
Roberto Rolo Luis.

Ya habían transcurrido seis meses desde que Julio había comenzado a trabajar en la empresa “J.P. Kaján, c.a”.  Se había consolidado en el cargo de almacenista y también había comenzado a tener amigos. 


Como las máquinas eran nuevas, no era mucha la demanda de repuestos y el trabajo en el almacén se tornaba aburrido por no ser una actividad constante, fue por eso que Julio comenzó a visitar el taller mecánico, el cual estaba ubicado en el mismo pasillo donde estaba el almacén. En estas visitas Julio se ponía a ver de cerca lo que hacían los mecánicos, para aprender y ayudar si era posible. Cada vez que salía del almacén cerraba la ventanilla de los despachos y colgaba un cartelito de cartón en la puerta, que decía: “Disculpe, estoy en el Taller”.


En el taller conoció a los señores: Valera, Pacheco, Martínez, Salas, Maraver y Carmona, que eran mecánicos que conocían muy bien las maquinas, ya que habían trabajado en las tareas de montaje y se habían quedado para su mantenimiento.


Entrando a la derecha del taller funcionaba un área de soldadura, donde estaban el señor Kowalsky de origen alemán y que era el soldador especialista, con él trabajaba como ayudante  el señor Mendoza que era de Guíria. Ellos hacían soldaduras de argón, autógenas o eléctricas según fuera él caso. El señor Kowalsky tenía muchos años de experiencia en soldaduras de alta precisión y sobre todo lo hacía muy bien cuando tenía que trabajar en lugares de difícil acceso y con acero inoxidable.


El señor Carmona era de la Guaira, era también un mecánico de primera pero especializado en tareas de ajustes. Además cumplía labores como Supervisor de la “Casa de Fuerza” donde estaba la planta de tratamiento de aguas, 4 calderas a gas y 6 compresores rotativos que generaban durante las 24 horas, el vapor y el aire comprimido necesario para los procesos.


El señor Maraver era Margariteño y era el de más edad, y aunque estaba en la nómina como un mecánico de primera, él solamente se encargaba del afilado de las cuchillas de corte para la fibra, una función del proceso que se realizaba de manera automática antes de ir al empaque final. Este era un trabajo de alta precisión, que se hacía con máquinas especiales en un espacio que estaba acondicionado dentro de la planta. Pero el señor Maraver aunque no estuviese reparando ninguna máquina,  era un mecánico y un buen compañero más.


El cartelito colgado en la puerta del almacén, había sido visto muchas veces por el Jefe de Julio y el señor Alfred Kraus, Gerente de la empresa.


-¿A usted como que no le gusta mucho el trabajo en el almacén, ya son muchas las veces que lo veo aquí por el taller? - Que le pasa, le preguntó el jefe.


-Si me gusta el trabajo ingeniero, pero allá encerrado en el deposito no estoy aprendiendo nada, pasa mucho tiempo entre un despacho y otro, fíjese que hoy solamente he entregado en la mañana seis pliegos de lija 2000 al señor Malaver y  un galón de fondo anticorrosivo esta tarde al señor Mendoza. A mí me gustaría aprender otras cosas y conocer mejor la empresa donde estoy trabajando, para sentirme más integrado.


- Está bien Julio, mañana en la mañana cuando este desocupado pase por mi oficina que le voy a explicar que es lo que se hace en esta empresa. Y al día siguiente, sobre varios de los planos que estaban desplegados en las paredes, el ingeniero le fue explicando a todos los procesos, donde se iniciaba cada uno y en qué consistía: Le dijo que las fibras de poliéster que fabricaban se utilizaban en la industria textil para mezclarlas con fibras de algodón y así darle otras propiedades a los tejidos.  Le habló y le fue señalando la Planta de tratamiento de Aguas, la Casa de Fuerza, los departamentos de Policondensación. Polimerización, Laminado, Planta de Chips, Fileras de Extrusión, Apresto, Estirado, Crimpado, Corte de fibras y Empacado. 

La reunión duró un poco más allá del mediodía y como era hora de almorzar, el ingeniero le dijo a Julio que se quedara para seguir conversando y comerse un trozo de una Pizza que había traído de su casa. Comieron y hablaron de muchas cosas de la empresa y de la familia de cada uno, y cuando llegó la hora de seguir trabajando el ingeniero le dijo: -mañana vamos a hacer un recorrido por toda la planta para que la vea trabajando, así tendrá la oportunidad de preguntar cualquier cosa que hoy no le haya quedado clara. Tome, llévese para el Almacén este Manual de Operaciones, para que lo vaya viendo en sus ratos libres, y cuídelo!


Julio estaba muy motivado con el trato recibido por parte de su jefe. ¿Y qué almorzaste hoy? – le preguntó Carlota cuando llegó a la casa, y Julio le echó todo el cuento de ese día.


-Este recorrido será largo así que ponga el cartelito en la puerta del almacén y añada con un marcador el número de mi  localizador, para que nos llamen si hace falta. En tres horas recorrieron la planta de arriba abajo. Para Julio era una experiencia muy grande poder pasear por todas esas instalaciones en el edificio de la planta de Polimerización, que tiene cuatro pisos, y donde solamente se ven manómetros y tuberías recubiertas con fibra de vidrio y se escuchan los ruidos del vapor y los fluidos del proceso. Después bajaron a ver los departamentos de extrusión y  fileras, se fueron al de colectoras y a la planta de estirado, que es un área totalmente distinta, muy iluminada y que además cuenta con aire acondicionado permanente para mantener la humedad de las fibras. De regreso pasaron por los laboratorios, para que Julio pudiera apreciar los instrumentos con los que se realizaban las pruebas químicas y físicas a los distintos procesos.


-¿Estás cansado? –preguntó el ingeniero. Veo que vienes caminado con dificultad.


-Estoy bien no se preocupe, es que el calzado de seguridad me molesta un poco en la punta, pero ya me los voy a quitar. Muchas gracias por su tiempo y toda la explicación que me dio, hoy aprendí bastante. Ahora si se para que sirve mi trabajo.


Los sábados para completar la jornada de las 44 horas semanales,  se trabajaba  desde las 8 am hasta el mediodía.  Después de cobrar el sueldo, era costumbre de los mecánicos  salir juntos a tomarse unas cervezas y sellar un cuadrito del “5 y 6” para probar suerte. El lugar de reunión que más frecuentaban era el “Bar Copacabana” el que estaba ubicado en la calle Carabobo después de pasar el canal. Este negocio era atendido por  Agostinho, un señor portugués, que servía con cada ronda de cervezas bien frías, los vasos nuevos y un platico con sardinas acabadas de freír. Allí mismo se podía sellar el cuadrito del 6 y 6 que casi siempre era de 16 bolívares, que ponían entre todos a partes iguales.


-Julio ven con nosotros que vamos a tomarnos unas cervezas, dijo Carmona.

-Lo que pasa es que yo ando en bicicleta.

-Eso no importa, ven y la metemos en la maleta del carro que es bastante grande.

Ese sábado iban en el carro: Pacheco, Valera, Mendoza, Carmona y Julio, y estuvieron como hasta las 6 de la tarde escuchando música de la Rockola, se tomaron un poco más de una caja de cerveza Zulia y disfrutaron de la música y de las sardinas fritas.  Durante esa tarde cada uno fue hablando de su familia, de los trabajos anteriores que había tenido y de las cosas que les gustaba hacer cuando no trabajaban. Casi todos coincidieron en que les gustaba la música, el 5 y 6, el juego de dominó y las bolas criollas, Carmona agregó que a él le gustaba tocar la guitarra y el cuatro, y que un día los invitaría a su casa para que conocieran su familia y lo escucharan. Y así fue.


La casa de Carmona estaba en la parte alta del Limón, un poco más arriba de la sede de los Acuarianos, rumbo al callejón “El Piñal” el clima por las noches era frío ya que por detrás de la casa pasaba el cauce de un río que venía de las montañas del “Parque Henry Pittier”.  La primera vez que se reunieron, María la esposa de Carmona había preparado un sancocho de pescado y tostones de plátanos verdes, la casa olía a gloria con esa sopa. Valera y Mendoza aprovechando que Carmona se había puesto a afinar la guitarra, bajaron hasta una bodega que estaba cerca y compraron una caja de cerveza Zulia y una bolsa de hielo. 

Carmona no era en realidad un experto tocando la guitarra o el cuatro, pero era el único del grupo que lo hacía y que además lo disfrutaba. Esa noche después de afinar la guitarra, que fue fabricada en china, la primera canción que tocó y cantó fue una que dice: …“Tardes de Naiguatá que cuando el sol se aleja. La arena de la playa con su luz va tiñendo de plata. Y lejos el azul de las aguas tranquilas. Parece que murmuraran una canción de amor”… y la verdad es que nos gustó a todos. Estábamos en plena celebración, cuando de repente llegó un señor trigueño bastante alto, y con señales de haberse tomado ya varios tragos, traía en la mano unos bongos. Efraín Acacio un cuñado de Carmona que vivía cerca, que había escuchado la música y decidió acercarse.


Todo en la empresa siguió igual durante un poco más de un año: una rutina de trabajar de lunes a sábado, compartir las cervecitas, escuchar los chistes nuevos y estar atentos a los favoritos para el juego de caballos. El grupo se fue cohesionando y cada día eran más amigos, las familias ya se conocían entre ellas, y las reuniones ya no eran en el Copacabana, sino que se realizaban de manera alternativa en las casas de cada uno y casi siempre asistían las esposas. Carmona ahora no soltaba la guitarra ni el cuatro para nada, los viernes por la mañana antes de salir para el trabajo los metía en el carro para llevarlos a la reunión de esa semana, o por si salía un “toque inesperado”.


El lunes cuando Julio iba llegando con su bicicleta a la empresa, vio que todos el personal estaba parado en la puerta.

-¿Qué pasó? -le preguntó a Valera.

–Según parece la empresa quebró y nos van a liquidar a todos. El vigilante dice que esperemos, que habrá una reunión con la gerencia y el jefe de Relaciones Industriales.

-Buenos días, debo informarles que la empresa “J.P. Kajan, c.a”. ha dejado de funcionar y vendió sus acciones a “Fibras Sintéticas Venezolanas, c.a” quien asumirá la dirección y la gerencia de esta empresa a partir de mañana. A todos ustedes les serán canceladas las prestaciones sociales este viernes, incluyendo el pago del pre aviso a los que decidan irse. Los que deseen continuar deberán manifestarlo por escrito, llenando esta carta modelo. Entrarán como nuevos trabajadores y no necesariamente ocuparán  el mismo cargo que antes tenían. El estilo de dirección y las evaluaciones del desempeño de cada uno de ustedes será llevado de un modo diferente. Otra cosa que debo informar es que yo no voy a continuar al frente de  Relaciones Industriales. El lunes se sabrá quién me sustituye.


-El grupo de los mecánicos se fue a asimilar la noticia para el quiosco de la señora Francisca que estaba al frente de la empresa, allí estuvieron evaluando lo que habían escuchado y decidiendo lo que iban a hacer. La conclusión de la mayoría fue que era mejor cobrar el dinero de las prestaciones y seguir trabajando para una empresa que ya conocían. Recordaban que no había sido fácil para ninguno de ellos haber conseguido ese trabajo. Pacheco fue el único que no estuvo de acuerdo y les dijo: - amigos lamento no poder seguir con ustedes, yo voy a cobrar mi plata para terminar de montar un taller de herrería en el garaje de mi casa.


Después de que todos habían comentado lo que pensaban de la situación y como los afectaba,  Carmona les
dijo: -compañeros nos vemos el lunes temprano. Me voy para el centro de Maracay a visitar la “La Casa Sonora”  a ver si puedo comprar la Guitarra “Tatay” de la que tanto les he hablado. ¿Quiénes vienen conmigo? (… Continuará)

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