Los Cuentos de Julio
Disculpe,
estoy en el Taller. (8)
Roberto
Rolo Luis.
Ya habían transcurrido seis meses desde que Julio había
comenzado a trabajar en la empresa “J.P. Kaján, c.a”. Se había consolidado en el cargo de
almacenista y también había comenzado a tener amigos.
Como las máquinas eran nuevas, no era mucha la demanda de repuestos y el trabajo en el
almacén se tornaba aburrido por no ser una actividad constante, fue por eso que
Julio comenzó a visitar el taller mecánico, el cual estaba ubicado en el mismo
pasillo donde estaba el almacén. En estas visitas Julio se ponía a ver de cerca
lo que hacían los mecánicos, para aprender y ayudar si era posible. Cada vez
que salía del almacén cerraba la ventanilla de los despachos y colgaba un
cartelito de cartón en la puerta, que decía: “Disculpe, estoy en el Taller”.
En el taller conoció a los señores: Valera, Pacheco,
Martínez, Salas, Maraver y Carmona, que eran mecánicos que conocían muy bien
las maquinas, ya que habían trabajado en las tareas de montaje y se habían
quedado para su mantenimiento.
Entrando a la derecha del taller funcionaba un área de
soldadura, donde estaban el señor Kowalsky de origen alemán y que era el
soldador especialista, con él trabajaba como ayudante el señor Mendoza que era de Guíria. Ellos
hacían soldaduras de argón, autógenas o eléctricas según fuera él caso. El
señor Kowalsky tenía muchos años de experiencia en soldaduras de alta precisión
y sobre todo lo hacía muy bien cuando tenía que trabajar en lugares de difícil
acceso y con acero inoxidable.
El señor Carmona era de la Guaira, era también un mecánico de
primera pero especializado en tareas de ajustes. Además cumplía labores como
Supervisor de la “Casa de Fuerza” donde estaba la planta de tratamiento de
aguas, 4 calderas a gas y 6 compresores rotativos que generaban durante las 24
horas, el vapor y el aire comprimido necesario para los procesos.
El señor Maraver era Margariteño y era el de más edad, y aunque
estaba en la nómina como un mecánico de primera, él solamente se encargaba del
afilado de las cuchillas de corte para la fibra, una función del proceso que se
realizaba de manera automática antes de ir al empaque final. Este era un
trabajo de alta precisión, que se hacía con máquinas especiales en un espacio que
estaba acondicionado dentro de la planta. Pero el señor Maraver aunque no
estuviese reparando ninguna máquina, era
un mecánico y un buen compañero más.
El cartelito colgado en la puerta del almacén, había sido
visto muchas veces por el Jefe de Julio y el señor Alfred Kraus, Gerente de la
empresa.
-¿A usted como que no le gusta mucho el trabajo en el almacén,
ya son muchas las veces que lo veo aquí por el taller? - Que le pasa, le
preguntó el jefe.
-Si me gusta el trabajo ingeniero, pero allá encerrado en el
deposito no estoy aprendiendo nada, pasa mucho tiempo entre un despacho y otro,
fíjese que hoy solamente he entregado en la mañana seis pliegos de lija 2000 al
señor Malaver y un galón de fondo
anticorrosivo esta tarde al señor Mendoza. A mí me gustaría aprender otras
cosas y conocer mejor la empresa donde estoy trabajando, para sentirme más
integrado.
- Está bien Julio, mañana en la mañana cuando este desocupado
pase por mi oficina que le voy a explicar que es lo que se hace en esta
empresa. Y al día siguiente, sobre varios de los planos que estaban desplegados
en las paredes, el ingeniero le fue explicando a todos los procesos, donde
se iniciaba cada uno y en qué consistía: Le dijo que las fibras de poliéster
que fabricaban se utilizaban en la industria textil para mezclarlas con fibras
de algodón y así darle otras propiedades a los tejidos. Le habló y le fue
señalando la Planta de tratamiento de Aguas, la Casa de Fuerza, los
departamentos de Policondensación. Polimerización, Laminado, Planta de Chips,
Fileras de Extrusión, Apresto, Estirado, Crimpado, Corte de fibras y Empacado.
La reunión duró un poco más allá del mediodía y como era hora de almorzar, el
ingeniero le dijo a Julio que se quedara para seguir conversando y comerse un
trozo de una Pizza que había traído de su casa. Comieron y hablaron de muchas cosas
de la empresa y de la familia de cada uno, y cuando llegó la hora de seguir
trabajando el ingeniero le dijo: -mañana vamos a hacer un recorrido por toda la
planta para que la vea trabajando, así tendrá la oportunidad de preguntar
cualquier cosa que hoy no le haya quedado clara. Tome, llévese para el Almacén
este Manual de Operaciones, para que lo vaya viendo en sus ratos libres, y cuídelo!
Julio estaba muy motivado con el trato recibido por parte de
su jefe. ¿Y qué almorzaste hoy? – le preguntó Carlota cuando llegó a la casa, y
Julio le echó todo el cuento de ese día.
-Este recorrido será largo así que ponga el cartelito en la
puerta del almacén y añada con un marcador el número de mi localizador, para que nos llamen si hace
falta. En tres horas recorrieron la planta de arriba abajo. Para Julio era una
experiencia muy grande poder pasear por todas esas instalaciones en el edificio
de la planta de Polimerización, que tiene cuatro pisos, y donde solamente se
ven manómetros y tuberías recubiertas con fibra de vidrio y se escuchan los ruidos
del vapor y los fluidos del proceso. Después bajaron a ver los departamentos de
extrusión y fileras, se fueron al de
colectoras y a la planta de estirado, que es un área totalmente distinta, muy
iluminada y que además cuenta con aire acondicionado permanente para mantener la
humedad de las fibras. De regreso pasaron por los laboratorios, para que Julio pudiera
apreciar los instrumentos con los que se realizaban las pruebas químicas y
físicas a los distintos procesos.
-¿Estás cansado? –preguntó el ingeniero. Veo que vienes
caminado con dificultad.
-Estoy bien no se preocupe, es que el calzado de seguridad me
molesta un poco en la punta, pero ya me los voy a quitar. Muchas gracias por su
tiempo y toda la explicación que me dio, hoy aprendí bastante. Ahora si se para
que sirve mi trabajo.
Los sábados para completar la jornada de las 44 horas
semanales, se trabajaba desde las 8 am hasta el mediodía. Después de cobrar el sueldo, era costumbre de
los mecánicos salir juntos a tomarse
unas cervezas y sellar un cuadrito del “5 y 6” para probar suerte. El lugar de
reunión que más frecuentaban era el “Bar Copacabana” el que estaba ubicado en
la calle Carabobo después de pasar el canal. Este negocio era atendido por Agostinho, un señor portugués, que servía con
cada ronda de cervezas bien frías, los vasos nuevos y un platico con sardinas acabadas
de freír. Allí mismo se podía sellar el cuadrito del 6 y 6 que casi siempre era
de 16 bolívares, que ponían entre todos a partes iguales.
-Julio ven con nosotros que vamos a tomarnos unas cervezas,
dijo Carmona.
-Lo que pasa es que yo ando en bicicleta.
-Eso no importa, ven y la metemos en la maleta del carro que
es bastante grande.
Ese sábado iban en el carro: Pacheco, Valera, Mendoza,
Carmona y Julio, y estuvieron como hasta las 6 de la tarde escuchando música de
la Rockola, se tomaron un poco más de una caja de cerveza Zulia y disfrutaron de
la música y de las sardinas fritas. Durante esa tarde cada uno fue
hablando de su familia, de los trabajos anteriores que había tenido y de las cosas
que les gustaba hacer cuando no trabajaban. Casi todos coincidieron en que les
gustaba la música, el 5 y 6, el juego de dominó y las bolas criollas, Carmona
agregó que a él le gustaba tocar la guitarra y el cuatro, y que un día los invitaría
a su casa para que conocieran su familia y lo escucharan. Y así fue.
La casa de Carmona estaba en la parte alta del Limón, un poco
más arriba de la sede de los Acuarianos, rumbo al callejón “El Piñal” el clima por
las noches era frío ya que por detrás de la casa pasaba el cauce de un río que
venía de las montañas del “Parque Henry Pittier”. La primera vez que se reunieron, María la
esposa de Carmona había preparado un sancocho de pescado y tostones de plátanos
verdes, la casa olía a gloria con esa sopa. Valera y Mendoza aprovechando que
Carmona se había puesto a afinar la guitarra, bajaron hasta una bodega que
estaba cerca y compraron una caja de cerveza Zulia y una bolsa de hielo.
Carmona no era en realidad un experto tocando la guitarra o el cuatro, pero era
el único del grupo que lo hacía y que además lo disfrutaba. Esa noche después
de afinar la guitarra, que fue fabricada en china, la primera canción que tocó
y cantó fue una que dice: …“Tardes de
Naiguatá que cuando el sol se aleja. La arena de la playa con su luz va tiñendo
de plata. Y lejos el azul de las aguas tranquilas. Parece que murmuraran una
canción de amor”… y la verdad es que nos gustó a todos. Estábamos en plena
celebración, cuando de repente llegó un señor trigueño bastante alto, y con
señales de haberse tomado ya varios tragos, traía en la mano unos bongos. Efraín
Acacio un cuñado de Carmona que vivía cerca, que había escuchado la música y
decidió acercarse.
Todo en la empresa siguió igual durante un poco más de un año:
una rutina de trabajar de lunes a sábado, compartir las cervecitas, escuchar los
chistes nuevos y estar atentos a los favoritos para el juego de caballos. El
grupo se fue cohesionando y cada día eran más amigos, las familias ya se
conocían entre ellas, y las reuniones ya no eran en el Copacabana, sino que
se realizaban de manera alternativa en las casas de cada uno y casi siempre asistían
las esposas. Carmona ahora no soltaba la guitarra ni el cuatro para nada, los
viernes por la mañana antes de salir para el trabajo los metía en el carro para
llevarlos a la reunión de esa semana, o por si salía un “toque inesperado”.
El lunes cuando Julio iba llegando con su bicicleta a la
empresa, vio que todos el personal estaba parado en la puerta.
-¿Qué pasó? -le preguntó a Valera.
–Según parece la empresa quebró y nos van a liquidar a todos.
El vigilante dice que esperemos, que habrá una reunión con la gerencia y el
jefe de Relaciones Industriales.
-Buenos días, debo informarles que la empresa “J.P. Kajan,
c.a”. ha dejado de funcionar y vendió sus acciones a “Fibras Sintéticas
Venezolanas, c.a” quien asumirá la dirección y la gerencia de esta empresa a partir
de mañana. A todos ustedes les serán canceladas las prestaciones sociales este
viernes, incluyendo el pago del pre aviso a los que decidan irse. Los que deseen
continuar deberán manifestarlo por escrito, llenando esta carta modelo. Entrarán
como nuevos trabajadores y no necesariamente ocuparán el mismo cargo que antes tenían. El estilo de
dirección y las evaluaciones del desempeño de cada uno de ustedes será llevado
de un modo diferente. Otra cosa que debo informar es que yo no voy a continuar
al frente de Relaciones Industriales. El
lunes se sabrá quién me sustituye.
-El grupo de los mecánicos se fue a asimilar la noticia para
el quiosco de la señora Francisca que estaba al frente de la empresa, allí
estuvieron evaluando lo que habían escuchado y decidiendo lo que iban a hacer.
La conclusión de la mayoría fue que era mejor cobrar el dinero de las prestaciones
y seguir trabajando para una empresa que ya conocían. Recordaban que no había
sido fácil para ninguno de ellos haber conseguido ese trabajo. Pacheco fue
el único que no estuvo de acuerdo y les dijo: - amigos lamento no poder seguir con ustedes, yo voy
a cobrar mi plata para terminar de montar un taller de herrería en el garaje de
mi casa.
Después de que todos habían comentado lo que pensaban de la
situación y como los afectaba, Carmona les
dijo:
-compañeros nos vemos el lunes temprano. Me voy para el centro de Maracay a visitar
la “La Casa Sonora” a ver si puedo
comprar la Guitarra “Tatay” de la que tanto les he hablado. ¿Quiénes vienen
conmigo? (… Continuará)
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